Inmaculada Erraiz (1)*

La infancia bajo control, lo que la evaluación silencia

Silencia el niño que fuimos, silencia la parte que no pudo ser educada porque el fantasma y la pulsión son ineducables, silencia el saber que tenemos dentro y del que no queremos saber nada.

Pero la pulsión en su recorrido siempre encuentra un destino y los síntomas aparecen como solución de compromiso.

A la consulta de Freud acudió un joven ruso de 23 años. Este hombre joven le contó como la leyenda familiar decía que cuando tenía 3 años y medio dejó de ser un niño bueno y dócil y pasó a convertirse en uno descontento, excitable, rabioso, que gritaba y pataleaba salvajemente. Un niño con intensos miedos, como a las estampas con la imagen de un lobo, que maltrataba escarabajos, orugas, pequeños animales a los que le gustaba atormentar, que en una ocasión sintió una angustia inexplicable cuando vio volando una mariposa amarilla. Un niño con fuertes sentimientos piadosos que acompañaba de ideas blasfemas, con unos lazos afectivos hacia el padre que oscilaban entre el cariño y la hostilidad.

“Historia de una neurosis infantil (caso del “hombre de los lobos”) este es el texto sobre el que este año hemos trabajado en el Grupo de Estudios de psicoanálisis con niños y adolescentes (GEPNA). Una neurosis infantil estudiada desde un estado adulto y que nos muestra a un niño que, en una época, tuvo falta de apetito, zoofobia y una devoción obsesiva.

Los síntomas se superponían unos a otros, aparecían y desaparecían produciendo alteraciones de carácter, sin haber para ello causa aparente.

¿De dónde vienen esas alteraciones de carácter? ¿Qué significación tuvieron la fobia y sus perversidades? ¿Cómo llegó a la religiosidad? ¿Cuál es la relación que enlaza estos fenómenos? Estas son las preguntas que en 1914 Freud se planteaba

Pero, ¿Cuántos niños o adolescentes no tendrán ahora idénticos síntomas? ¿Cuántos niños o adolescentes no tienen un lugar para que alguien se haga estas preguntas?

A lo largo del caso, Freud va a ir buscando, rastreando todos los recuerdos infantiles que el joven evoca y los va a poner en relación con los cambios de carácter que sufre. Todos los elementos tienen valor para mostrar que la neurosis infantil es una manera que tiene el niño de tratar la sexualidad.

Con esa premisa como orientación, encuentra el origen del trauma en la escena de seducción por parte de la hermana. En esta escena, vivida con pasividad (dejarse seducir) y al mismo tiempo con un fuerte rechazo, el niño sufre una herida narcisista en su virilidad que provoca los accesos de cólera y los cambios de humor a los tres años y medio, de los que tanto hablaba la tradición familiar.

Quizá en la escena de seducción conoció por primera vez la diferencia entre los sexos y tuvo un primer encuentro con la posibilidad de la castración

A la seducción por la hermana le sucedió poco después la amenaza de castración de la chacha, así como el abandono del onanismo -cito a Freud- “La vida sexual del niño tomó un carácter sádico-anal y el sujeto se hizo irritable, insoportable y cruel, satisfaciéndose en tal forma con los animales y las personas”. También aparecieron las fantasías de ser golpeado que muestran que “las tendencias pasivas aparecían al mismo tiempo que las sádicas. Esta ambivalencia clara, intensa y persistente fue una característica del sujeto.”

Sigo citando; “Ninguna de sus posiciones libidinales, una vez establecida era cancelada por completo por una más tardía. Más bien subsistía junto a las demás permitiéndole una oscilación constante que demostró ser inconciliable con la adquisición de un carácter fijo”.

Otro momento destacado del caso es el sueño de angustia. El sueño de los lobos blancos. En la convicción de que en este sueño está la causa de la neurosis infantil, Freud conviene que, detrás de inmovilidad, la intensa atención de las miradas de los lobos y la sensación de realidad que acompañaba al sueño se encuentra la escena primordial.

Escena primordial que es ¿ficción o realidad? Tanto si fue imaginado como si fue real produce el mismo efecto: determinar la posición pasiva de este sujeto frente al goce del Otro y un cierto reconocimiento de la castración.

Este niño tiene miedo al padre pero también una actitud provocativa que busca el castigo. Con los sustitutos del padre es igualmente ambiguo

De la mano de su madre, llega a la religiosidad cuando tenía cuatro años y medio. Pacificó su angustia pero la sustituyó por síntomas obsesivos. Sin embargo, la religiosidad desapareció por completo con la aparición del maestro y sus opiniones sobre ésta.

También padeció trastornos intestinales, vivió la alucinación del dedo cortado en una profunda soledad, una angustia inexplicable ante una mariposa amarilla y, en definitiva, una dudosa posición ante la castración, todos estos síntomas fueron decisivos para que un niño bueno se convirtiera en un niño insoportable.

Estoy destacando este aspecto del carácter del hombre de los lobos para resaltar que en la base de muchos comportamientos inadecuados, contrarios a la convivencia o que la perjudican gravemente, que es como se tipifican ahora las conductas en el marco escolar de la CAPV, habrá historias que, solapadas bajo esos epígrafes, contengan algunos de los elementos que F. separó, relacionó y analizó para tratar de aliviar el sufrimiento de ese joven ruso que, de niño, era a veces agresivo, piadoso y blasfemo, a veces activo, otras pasivo, siempre ambivalente y tan raro…

 

NOTAS:

(1) Grupo de Estudios sobre Psicoanálisis con niños y adolescentes, Bilbao

 

* Trabajo presentado en el VIII Symposium de los Grupos de Investigación del Seminario del Campo Freudiano de Bilbao que, con el título “Infancia y juventud bajo control”, fue celebrado en Bilbao el 15 de junio de 2012