Rosa Liguori Guelfi*

Grupo de Investigación sobre Clínica de la adolescencia. NUCEP-Madrid

El niño comienza a transitar la pubertad con su semblante masculino o femenino en actitud de espera. Espera ¿qué? a jugar allí sus insignias en el escenario de la vida donde se producirá el encuentro con lo real del sexo que -mediado por el amor- anudará goce y deseo. Tiempo, como dice Laurent (1) de “la elección sobre el uso del fantasma, puerta abierta a una nueva dimensión del goce”.

Freud en “Tres ensayos…” (2) no habla de adolescencia, sino de pubertad. La nombra como metamorfosis del sujeto en relación al objeto que modifica los goces en juego.

A. Stevens (3) cita a Lacan El despertar de la primavera (4). Los jóvenes comienzan a pensar en las chicas no sólo por el empuje hormonal: ellos no pensarían en ellas sin el despertar de sus sueños. Sus sueños, sus conversaciones, sus charlas es donde aparecen las cuestiones que los emocionan. Lo real de la pubertad conmueve al sujeto en dos planos: el cuerpo como objeto pulsional y el cuerpo como imagen.

Pubertad y adolescencia son dos tiempos lógicos y un hecho de discurso.

El brusco despertar del sueño infantil lleva al encuentro con lo Real del otro sexo. Real que Lacan apunta en distintos momentos de su enseñanza como:

1º La discordancia entre las identificaciones imaginarias (modificación problemática de la imagen del cuerpo organizada en la infancia por la mirada del Otro, que en la pubertad es sin la asistencia del Otro) y las identificaciones simbólicas (provenientes del desasimiento familiar. La significación, las respuestas que vienen del Otro lo dejan vacío, buscando la mediatización del Otro del discurso las palabras fallan para nombrar este surgimiento (Stevens).

2º Lo Real como encuentro: el automathon (lo Real es lo que se repite, el encuentro con lo conocido,) y la tyché (encuentro con lo nuevo, que se da en adolescentes)

3º en su última enseñanza: lo Real como la no-relación sexual.

Ante lo imposible de la relación sexual el adolescente inventa algo que posibilite para él una relación con el goce: esto es su síntoma. El síntoma puede ser una respuesta estabilizante para el sujeto, cada uno da su respuesta a la experiencia de lo real por la cual atraviesa, elige sus ideales, su modo de vida, su propio goce (A. Stevens).

La frecuencia en la clínica con adolescentes de los acting o los pasajes al acto se debe a la máxima tensión entre Eros y Thanatos que lo enfrenta al vacío del ¿Quién soy? ¿Qué soy para el Otro? y la aparición de la angustia El trabajo de análisis frente estas conductas que no implican al Otro, es tratar de ligarlas a respuestas sintomáticas: lo real del goce no se normativiza, como creen los conductistas. La norma no es la vía para tratar el goce.

¿Cómo hacer en la clínica actual? ¿Con qué herramientas contamos mientras se investigan en los laboratorios de nuestra Escuela? Me serviré del Seminario 6 y de algunas reflexiones de Jacques-Alain Miller en su alocución Pipol 6

La pulsión como demanda

A. Stevens dice que los síntomas adolescentes al encontrarse extraviados con su goce, están menos vestidos de una estructura formal significante (S1-S2).

Hace tiempo hablábamos de síntoma y fantasma. La clínica con adolescentes presenta en primer término la escena fantasmática fuera de sentido y el trabajo de análisis será construir el síntoma. Si antes decíamos que se iba del síntoma al fantasma, ahora debemos ir del fantasma al síntoma.

Para Lacan en su última enseñanza, el síntoma es la solución para inscribir el cuerpo y el ser en la lengua. P. Lacadeé recuerda una manera sintomática de saber hacer con la vida, con el síntoma pero con la lengua!

La madre freudiana introduce la sexualidad, erogenizando el cuerpo del niño a través de los cuidados. La madre, Otro primordial en la constitución subjetiva, introduce la pulsión.

Lacan (5) retoma esta idea freudiana en el grafo. Ubica el mathema de la pulsión del lado de la madre introduciendo esta forma de demanda que llamamos pulsión y que se subjetivará del lado del sujeto. $ ◊D.

En Lógicas de la vida amorosa (6) Jacques-Alain Miller dice que se ha olvidado la articulación entre demanda de amor y pulsión, como una de las modalidades de la demanda. Hablamos de deseo cuando encontramos una demanda que podemos interpretar (…) La demanda, en este sentido, abarca todo lo dicho por el paciente en análisis (…) Pero encontramos, en la experiencia analítica, una demanda paradójica; una demanda que no habla; una demanda que Freud mismo llamaba silenciosa, a propósito de las pulsiones. La pulsión es la paradoja de una demanda que no habla pero que supone el lenguaje. Las pulsiones (…) demuestran que, a pesar de no expresarse, obedecen a las reglas del lenguaje. Esto hace del deseo y de la pulsión dos momentos de la demanda. En el vector de la demanda, está la parte que se puede interpretar: el deseo y la parte que no se puede interpretar: la pulsión.

La idea freudiana del silencio de las pulsiones, Lacan lo recuerda en “Subversión del sujeto… ” (7): la pulsión está tanto más lejos del hablar cuanto más habla. Que sea silenciosa, no quiere decir que no hable o que no se haga oír: supone el lenguaje que da una estructura a ese real. Esta es a tener en cuenta en la invitación a conversar con un adolescente cuando comienza su análisis.

El fantasma y el deseo del Otro

Eric Laurent señala que lo que separa al niño del adulto no es la edad, ni el desarrollo, ni tampoco la pubertad sino “la ética que cada uno hace de su goce. La grande personne es aquella que se hace responsable de su goce. En el niño (…) se trata de que haya construido suficientemente el fantasma que lo anima, con la versión del objeto de la que disponga según la edad que tenga”.

Para el niño construir el fantasma es asegurarse que su cuerpo no responda al objeto a, ni ser el condensador del goce de la madre. ¿Cómo se hace esto? “se separa por construcciones de ficción (…) debemos asegurarnos que el niño haya localizado este goce en una construcción fantasmática” “dar una versión del objeto a es esto: un modo en que el niño, incluso el niño psicótico, dé una posición no de su inconsciente sino de su goce (…) La infancia es el período de una elección de deseo, dejando en suspenso, una elección del fantasma o mejor, de su uso”.

El fantasma se pone en juego cuando se manifiesta el deseo del Otro como enigma: es una respuesta ante el deseo del Otro. Las estructuras clínicas son posiciones fantasmáticas diferentes que responden a la castración en el Otro. Y si hay algo respecto de lo cual el sujeto (neurótico o perverso) nada quiere saber es la falta en el Otro.

Otra herramienta la da Jacques-Alain Miller en Una reflexión sobre el Edipo (8). Señala que en el Seminario 6 podemos leer los primeros pasos de Lacan sobre el más allá del Edipo, recordando que el más allá del Edipo solo es concebible si está situado en su lugar.

La interpretación edípica enmascara lo que hay de más profundo en la estructura del deseo: la cadena significante. Un primer más allá del Edipo está del lado de lo Simbólico.

Otro más allá del Edipo, es la relación imaginaria a-a’, donde se dibuja el fantasma imaginario inconsciente con la formula $◊a. El a de la fórmula del fantasma es el a minúscula del estadio del espejo, de la imagen del otro, del cuerpo propio concebido como objeto prevalente del deseo y el objeto matricial de todos los objetos del deseo. Esa imagen da soporte al sujeto que Lacan define como barrado $, abolido por la acción del significante (9).

El fantasma apunta al más allá del Edipo, allí donde quedaban las respuestas de Freud. La fórmula del fantasma es una relación binaria, de múltiples sentidos, más profunda que la triangulación o cuadrangulación edípica.

Se pone así la Ley del lado de la estructura del lenguaje y no de la ley del padre. El grafo del deseo no se construye sobre la estructura de la metáfora paterna sino a partir de la fórmula del fantasma. Abordarlo por el Complejo de Edipo es limitar al deseo infantil en su doble vertiente: el deseo de asesinato del padre y el del goce de la madre.

Por eso Lacan da una teoría del deseo que no tiene objeto propio, sino un objeto que es el soporte de una metonimia esencial.

El deseo en tanto metonímico y no edípico esta reglado, enmarcado, regulado, indexado por el fantasma, por una relación permanente del sujeto con el objeto a del fantasma causa del deseo. La solución lacaniana en el Seminario 6 es la invención del objeto causa, del objeto como motor del deseo y no como su diana.

Se escinde así estructura y mito. El mito edípico da una forma épica a la estructura, al tiempo que la vela. Si el complejo de Edipo es un mito, el complejo de castración es la estructura. La ley referida al padre edípico es consustancial a la estructura del lenguaje.

Para concluir. Atravesados por un goce extranjero, los adolescentes no creen en sus síntomas y en su determinación inconsciente. Su blablablá no se abrocha a su decir inconsciente. Hay distancia con el saber.

De todas las terapias ofertadas en el “supermercado global” (10), el psicoanálisis es la más laboriosa: solo asegura poner a trabajar la palabra del sujeto y sus efectos sobre el goce.

Estando advertidos que palabra y sentido tienen un goce en reserva, pero sabemos también del poder creacionista del lenguaje para trasformar algo de lo real en juego.

La creación y no la norma es lo que posibilita trabajar lo íntimo del discurso del sujeto. El analista afinará su escucha, ligando el saber a los efectos de lo real, a los efectos sobre el goce de un sujeto en análisis. Si el adolescente lo permite.

 

NOTAS Y BIBLIOGRAFÍA:

(1) Laurent, Eric. Hay un final de análisis para los niños, Ed. Diva
(2) Freud, Sigmund. “Tres ensayos para una teoría sexual”
(3) Stevens, Alexander. “Nuevos síntomas en la adolescencia”, Blog ELP, 19 de enero 2010
(4) Lacan, Jacques. “El despertar de la primavera” Intervenciones y Textos 2, Ed. Manantial
(5) Lacan, Jacques. Seminario 6, El deseo y su interpretación, Ed. Paidos
(6) Miller Jacques-Alain. Lógicas de la vida amorosa, pág. 54, Ed. Manantial
(7) Lacan, Jacques. “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo” Escritos 2. Ed. Siglo XXI
(8) Miller Jacques-Alain. “Una reflexión sobre el Edipo” Intervención Pipol 6, Revista El Psicoanálisis, nº 42
(9) Op. citada
(10) Mira, Vicente. “El goce, el síntoma y el psicoanalista”

 

*Trabajo presentado en el X Symposium de los Grupos de Investigación del Seminario del Campo Freudiano de Bilbao que, con el título “Normas, incertidumbres, y lazo social”, fue celebrado en Bilbao el 24 de enero de 2015