Elena Esther Gómez Santoyo*

(Grupo de Investigación sobre psicoanálisis y prácticas educativas. Cantabria)

Quisiera presentar este grupo que, aunque de reciente incorporación al SCFBI, tiene su origen en otro más antiguo que comenzó su andadura reuniendo a varias colegas del ámbito clínico y educativo y promoviendo actividades organizadas desde la Comisión Clínica del COP de Cantabria en el año 1998.

Con el apoyo de diferentes miembros y socios de la ELP llevamos a cabo a lo largo de 6 años Talleres de Lectura sobre los principales casos de Freud con Manuel Hernández, un Curso sobre los Trastornos de la Personalidad con Iñaki Viar y Francés Vilá, un Seminario de Investigación sobre la estructura psicótica con María Verdejo, un Curso sobre la Transferencia con Iñaki Viar y Sagrario García, y un Seminario de Investigación sobre sintomatología en la infancia con Elena Usobiaga y María Verdejo.

Debido a cambios en la política del COP estos Cursos y Seminarios dejaron de realizarse y el Grupo pasó varios años sin un rumbo claro, hasta que en el año 2010 retomamos una Mesa de Lectura y en 2012 nuestro deseo de que el psicoanálisis de orientación lacaniana se hiciera un hueco en Cantabria nos llevó a ponernos en contacto con la entonces directora de la Comunidad del País Vasco de la ELP, Esther González, y con su apreciada ayuda comenzamos una nueva andadura con un proyecto más sólido.

El título que nos convoca en este Symposium me anima a plantear un paralelismo entre la creación de nuestro Grupo y el trabajo realizado durante estos dos cursos dedicados al autismo y la psicosis infantil.

Por una parte, en Cantabria, la NORMA respecto al tratamiento clínico y educativo de los niños y adolescentes ha sido de una manera bastante radical, el enfoque cognitivo conductual, con lo que introducir como era nuestro deseo el enfoque psicoanalítico en las escuelas, en la práctica clínica y de una forma más general en el sentir de nuestra comunidad, nos provocaba una gran INCERTIDUMBRE y ningún apoyo por parte de los poderes institucionales públicos y privados. No obstante, apostamos por poder llegar a hacer algún tipo de LAZO con lo SOCIAL en Cantabria y para ello no nos conformamos con mantener nuestro grupo cerrado investigando alrededor de nuestro propio quehacer, sino que nos arriesgamos a llevar a cabo una actividad abierta al público general a través de la cual dar cuenta de la existencia de otra forma de trabajo bien diferente, sustentada en la teoría de Freud y Lacan con una práctica clínica potente y eficaz. Así, con esfuerzo por parte de todos los miembros del grupo para encontrar una hendidura por la cual poder acceder al espacio público, conseguimos proyectar con gran éxito de asistencia la película “Otras Voces, una mirada diferente sobre el autismo” en Santander y llevar a cabo una mesa de discusión con varias personas relevantes en el ámbito del autismo como Iván Ruiz. A partir de ahí, iniciamos un cierto lazo social con la comunidad.

El trabajo que hemos llevado a cabo durante estos dos años sobre el autismo y la psicosis infantil también nos deja claro que la NORMA con estos sujetos no va, que la INCERTIDUMBRE es constante en el día a día con ellos y que a pesar de todas las dificultades, la apuesta es siempre conseguir que puedan incluirse en lo SOCIAL, cada uno a su manera.

El psicoanálisis no parte de una concepción deficitaria del autismo ni la psicosis infantil, sino que los considera una forma particular de situarse en el mundo, de construirse una realidad. No los reduce a una suma de síntomas, ni a medir las alteraciones que un sujeto presenta en relación a la etapa del desarrollo en la que se encuentra según su edad. Para el psicoanálisis lacaniano la causalidad de la psicosis infantil y del autismo está relacionada con la falta de un agarre simbólico del niño a su Otro, bien porque el niño es tomado como objeto por el Otro o bien porque el niño no logra, a pesar el ofrecimiento del Otro salir de su estado de objeto. Por eso hay que entender las implicaciones subjetivas que están operando en el niño, en la relación con su cuerpo, con los objetos y con sus semejantes. Solo si se parte de la hipótesis de que existe un sujeto se podrá dar un lugar a lo singular de cada persona en el tratamiento, lo que implica además la puesta en juego del deseo del profesional, sea éste del ámbito clínico o educativo.

Hemos tenido como referente el libro de Martin Egge “El tratamiento del niño autista”, y con él hemos ido situando el abordaje que se ha de llevar a cabo con estos sujetos, abordaje bien diferente al de la estructura neurótica. Pues si bien, en el tratamiento del neurótico se pone en primer término la transferencia con el analista colocado en el lugar de sujeto supuesto saber, con el psicótico y especialmente con el autista ¿cómo hacer si no confían en el Otro, si ni siquiera demandan nada del Otro? ¿Cómo hacer que el Otro no sea persecutorio?

Hemos visto que se trata de construir artificialmente puntos de referencia que limiten esa dualidad persecutoria y que permitan construir un Otro regulado para el niño, en el que pueda encontrar su lugar y le permita incluirse en el lazo social. Así, tanto el clínico como el educador deben ponerse en posición de no saber y sostener la construcción del sujeto con sus preguntas, que nunca tienen que apuntar a nada relativo a la ausencia del Nombre del Padre, pues podrían encontrarse con un vacío de significación que provocara un desencadenamiento delirante, debido a la forclusión de la Metáfora Paterna. Para el neurótico lo simbólico contiene la angustia, pone lo real a cierta distancia y pacifica al sujeto. Sin embargo, para el psicótico lo real está muy presente en la palabra y ésta le resulta especialmente enigmática, intrusiva y angustiante, no puede poner esa distancia.

Por otra parte, ¿cómo incluir a estos niños en la educación reglada?

Todo lo que supone educación en un sujeto, especialmente con autismo, necesita de su colaboración, porque no se puede aprender si no se está dispuesto a hacerlo. Solamente identificando y respetando las condiciones en las que cada niño aprende, el adulto que está con él, tendrá la posibilidad de llevar a cabo una función educativa.

Las escuelas pueden convertirse sin pretenderlo en lugares muy angustiantes para algunos de estos niños porque no es posible pensar el acto educativo en la escuela sin la demanda de aprender, y la negativa de los autistas suele ser más o menos radical según los casos. Así, es difícil pensar la inclusión en el ámbito educativo si lo que se espera de estos niños es que se adecuen a las conductas “aceptables” en un aula, si se confunde la inclusión con la adaptación a un tipo de funcionamiento normalizado. Para el psicoanálisis, dicha inclusión tiene que ver con establecer un lazo social y esto solo es posible a partir de una posición de sujeto que también requiere un acompañamiento clínico, porque la inclusión que importa para cada uno es la inclusión en el vínculo con el Otro, sea cual sea el contexto en que esto se produzca. La dimensión clínica debe estar presente en la escuela y lo estará desde el momento en que se hable del alumno con dificultades especiales como de un sujeto, con una historia propia, con capacidades para decidir y escoger, con un modo singular de acercarse y de alejarse del Otro y con un deseo no siempre fácil de reconocer.

 

*Trabajo presentado en el X Symposium de los Grupos de Investigación del Seminario del Campo Freudiano de Bilbao que, con el título “Normas, incertidumbres, y lazo social”, fue celebrado en Bilbao el 24 de enero de 2015