Grupo de Investigación sobre Conexiones Psicoanálisis-Educación, Vitoria (1)*

Este es el título que ha convocado el trabajo de este curso y de nuestro vigésimo sexto (XXVI) Encuentro y, nos remite este “dar lugar a la diferencia”, a la posición del agente de la educación con sus consecuencias. Todo ello teniendo en cuenta que el orden simbólico ya no es lo que era, que han caído los ideales reguladores y que estamos en el tiempo de las “servidumbres voluntarias”. Por tanto, cada disciplina se ve empujada a reinventarse. Y sabiendo, gracias al psicoanálisis, que hay algo que no cambia, lo real, el goce, la manera en que el sujeto se satisface, que no cambia porque tiene que ver con el cuerpo, y que lo que puede cambiar es cómo el sujeto se sitúa frente a ello.

Jaques-Alain Miller, desde el Instituto del Niño, propone restituir el lugar del saber del niño; “los niños saben siempre más de lo que suponen los adultos. El saber del niño es un saber auténtico, ya sea conocido o desconocido”, nos dice Miller.

En el (XXVI) Encuentro celebrado en Vitoria el 26 mayo de 2012 se presentaron cuatro viñetas, entresacadas de nuestra práctica clínica y educativa, y se fueron alternando con las aportaciones teóricas a partir de tres textos propuestos como bibliografía para el Encuentro y unas reflexiones sobre el documental “La infancia bajo control”.

Las viñetas fueron las siguientes:

“Buscando un lugar para J”, en la que se incluyeron referencias al texto de Fernando Martín Adúriz, “Mal de escuela con la psicología del colegial”, “No me gustan estas citas”, “A contracorriente” y “El desasosiego de Pessoa y la señorita eficacia” -la palabra, el relato y lo particular.

Las aportaciones teóricas se desarrollaron a partir de las tres referencias bibliográficas siguientes:

“El niño y el saber” de Jaques Alain Miller.
“El niño que viene. El indígena”, de Éric Zuliani.
“Adolescencia e hipermodernidad” de Manuel Fernández Blanco.
El trabajo sobre las reflexiones del grupo, en torno al documental “La infancia bajo control”, se centró en la valoración de ser un intento más de uniformidad, de sometimiento, ofreciéndose como alternativa a las diferencias la medicalización del sujeto, la reeducación de la conducta hacia lo socialmente esperado, y la patologización de lo diferente, abandonando la palabra como eje.

El Encuentro contó con la presencia de Anna Aromí, que con sus aportaciones y reflexiones orientó las intervenciones de los asistentes, centró las alternativas a la pregunta “En la escuela de hoy ¿cómo alojar la diferencia? y planteó nuevos interrogantes y reflexiones para el próximo curso.

1.- El trabajo del uno por uno y del uno en el grupo

Si en el dispositivo analítico se trabaja desde el uno por uno, en el aula un niño es uno en el grupo. Se trabaja desde el respeto a cada particularidad, sin olvidar que la clase es la “suma de unos” y la educación no es la cura. ¿Cómo trabajar en una clase con una suma de unos? La respuesta vendría por el convencimiento de que la clase son muchos, pero son unos muchos que no suman. Es necesario ver la diferencia entre los sujetos sentados en el aula y los sujetos de la educación. Cada uno tiene su ritmo.

2.- La posición del agente

Por otro lado la posición del Agente, quien en su tarea docente cuenta fundamentalmente con su cuerpo y con su saber académico, ¿cómo, desde su lugar y posición de profesor o educador puede hacer advenir un sujeto de la educación? ¿Cómo hacer que el niño salga de la clase con la convicción de que ha aprendido algo? El profesor ha de hacer un trabajo de debatir consigo mismo, de pensar contra uno mismo. De asumir que las pequeñas cosas son importantes.

3.- Alojar la diferencia en la escuela

La escuela de hoy, que se denomina integradora e inclusiva, nos anuncia que la diferencia está alojada. Sin embargo, y quizá por el peso que toma la cuestión de los aprendizajes, las diferencias, en muchas ocasiones, cuando se manifiestan, son tomadas como desviaciones a lo puramente escolar, argumentando en muchos casos: “es vago, no se esfuerza, no hace los deberes, está en la luna, tiene todo desordenado, no se concentra, nos reta, todo le da lo mismo…” y la alternativa en la mayoría de los casos, pasa por trabajo de reeducación, de refuerzo. Más de lo mismo para obtener, con frecuencia, el efecto contrario a lo que se propone. Entonces, ¿qué hacer?

Es preciso cuestionarse la opción del recurso de refuerzo o apoyo fuera o dentro del aula cuando el alumno lo necesita. El recurso a utilizar estará en función del niño. El reto para el profesor será si el niño podrá consentir a aprender y dar al sujeto del saber alternativas.

4.- Lectura del síntoma

Vivimos en una sociedad en la que se infantilizan los adultos y se adultizan los infantes, en la que se banaliza la palabra, en la que se tiende a relativizar todo, en la que hay una crisis de la función del Ideal, una sociedad en la que predomina el consumismo de goce.

En un contexto, en que no siempre la familia se encarga de la regulación básica, el profesional de la educación ha de tener cuidado con los dichos del tipo: “Los niños son, las familias son…”

Es importante cambiar el discurso, hablar de lo que hacen, de lo que vemos, de lo que dicen. Y de lo que se puede hacer con ello.

5.- El niño en el discurso analítico y en la pedagogía

Consideramos conveniente retomar las aportaciones de Miller cuando nos habla de la lectura de los síntomas y hacerlo bajo un ángulo distinto al del saber reducido a la escolaridad y considerar dichos síntomas como el resultado de la relación problemática que el sujeto mantiene con las manifestaciones del poder, es decir con el Otro. El rechazo no del saber sino del poder.

El niño en el discurso analítico es un ser con un saber auténtico y no únicamente un ser de goce. Ese saber es respetado en su conexión con el goce que le envuelve, que lo anima y del que se puede decir que se confunde con él. El saber del niño se respeta como un sujeto de pleno ejercicio. En la clínica al niño no le falta nada. Aquí se toma el síntoma que envuelve el goce.

El niño en la Pedagogía es un “sujeto a llegar a ser” y la pedagogía debería dar a cada niño la posibilidad de que el agente le ofrezca todas las cartas para poder jugar la partida del saber, del saber cultural. En el discurso pedagógico el profesor funciona asumiendo el papel del amo, que guía para extraer un futuro ciudadano, haciendo que el niño llegue a ser su propio amo y que asuma la jefatura de su propio cuerpo

El niño no se puede sostener solo, no se puede educar solo, que para que se produzca el acto educativo, y analítico, es necesario un otro que pueda sostener un lugar.

6.- Goce y deseo

Se constata la necesidad de movilizar el deseo en sujetos atrapados en un goce cada vez más autosuficiente, y de colocar el saber como límite al goce, como medio de abrirse al Otro e interesarse por él. El deseo cambia porque es deseo del Otro, en el campo educativo se trataría de autorizarlo.

7.- El agente y la orientación por el síntoma

El educador lo definiríamos como alguien que ha de saber generar el enigma en el sujeto para que quiera y consienta en saber más de lo que sabe.

Sería necesario reinventar el vínculo educativo. Preguntarnos qué es lo constante y confirmar que lo constante es el síntoma de cada niño, su particularidad, y en base a ella dar la orientación que lógicamente no puede ser la misma para todos.

Admitiendo que alojar la diferencia implica un trabajo tanto para el profesor, acompañante y para el mismo niño.

Se trataría de hacer una orientación por el síntoma, dar al sujeto un lugar desde la particularidad.

8.- Una llamada hacia la responsabilidad

Promover nuevas estrategias y modalidades de relación con los niños y adolescentes basadas en la responsabilidad del educando, del enseñante o acompañante y de la familia o ente que ocupe su lugar.

En definitiva para “alojar la diferencia” es preciso asumir la responsabilidad de saber reconocerla y tiene que haber alguien que la reconozca y que pueda ejercer la autoridad para alojarla y así darle al sujeto su lugar, en el que pueda decir y ser escuchado, facilitándole que pueda encontrar su lugar desde su particularidad.

9.- Minimizar los estragos

Frente al momento crítico de los protocolos y el control cabría pensar en aprovechar esta crisis como oportunidad para explorar los agujeros, para cambiar las respuestas al mismo problema, para reinventarse. Hacer una apuesta por el sujeto, analizar cada caso en concreto. Aceptar que el saber tiene fisuras. Ser conscientes de que las aulas siguen iguales pero los alumnos son distintos. No sentir nostalgia de tiempos pasados. No llorar. Minimizar los estragos del propio sujeto, como dice Eric Laurent, y, en nuestras profesiones, retomar la creencia de que el niño puede mejorar.

10.- Conexión

¿Qué punto de conexión podemos encontrar entre el título de este Symposium “ Infancia y juventud bajo control” y el título de nuestro Grupo de Investigación “ ¿Cómo alojar la diferencia?”

Planteamos “alojar la diferencia” como reverso de “control”; alojar la subjetividad, el síntoma, transformarlo en algo más vivible para el sujeto, en contra de uniformizar con los protocolos y tratamientos que obvian lo vivo y particular.

 

NOTAS:

(1) Integrantes: Feli Caño (Relatora), Matilde Lamas (Coordinadora), Carmen Isamendi (Responsable), Blanca Martinez Bellido (Coordinadora), Inma Mtz de Icaya, Carmen Murga, Cristina Valverde, Ana Zabala (Responsable)

 

* Trabajo presentado en el VIII Symposium de los Grupos de Investigación del Seminario del Campo Freudiano de Bilbao que, con el título “Infancia y juventud bajo control”, fue celebrado en Bilbao el 15 de junio de 2012