Marije Palacios*

Grupo de Investigación sobre el Padre en la Sociedad actual, Bilbao (1)

¿Qué es el Edipo? El Edipo es para el psicoanálisis aquello que posibilita el acceso a la posición sexuada del sujeto y su estructura psíquica.

Pero si bien en Freud el Edipo se propone como un mito universal válido para todos los sujetos, para Lacan puede ser válido para todos, pero singular en cada uno. Más recientemente, J.-A. Miller lo definiría como un nudo que el sujeto se construye para afrontar su existencia.

En definitiva, el Edipo explica la estructura del sujeto, la orientación de nuestro deseo y el origen de nuestra identidad sexual. Así, es el estándar de un recorrido “normal” en el neurótico, mientras que se presenta como una ausencia, un agujero en el psicótico.

El complejo de Edipo, en tanto estructura, está presente desde siempre, es constituyente del sujeto y lo organiza marcándole los límites de su subjetividad.

Es la representación inconsciente a través de la cual se expresa el deseo sexual o amoroso del niño.

En el complejo de Edipo entran en juego elementos como la ley, el padre, la prohibición, el deseo y la madre como primer objeto de amor del niño.

Una madre está suficientemente bien orientada a condición de que los cuidados que prodiga al niño no la disuadan de desear como mujer. Así el niño colma o divide; cuanto más colma el hijo a la madre más la angustia y la madre angustiada es la que no desea como mujer.

La metáfora paterna, con la que Lacan transcribió el Edipo freudiano remite a una división del deseo que impone que el objeto niño no lo sea todo para el sujeto materno.

Hay una condición de no-todo que se refiere a que el deseo de la madre diverja y sea llamado por un hombre. Esta divergencia del deseo femenino hacia el niño es, a veces, motivo de angustia para el padre. Y, a veces, es el nacimiento del niño lo que produce un retorno de la angustia para el padre, que se pregunta ¿Qué quiere?, ¿Quién soy para ella?

El hijo también debe provocar una divergencia del deseo femenino.

Igualmente es válido para el hombre en tanto padre. Ya que plantea que un hombre no se convierte en padre sino a condición de consentir al no-todo que constituye la estructura del deseo femenino.

La función de la paternidad es realizar una mediación entre las exigencias abstractas del orden, el deseo anónimo del discurso universal y lo que deriva para el niño de lo particular del deseo de la madre. Lo que Lacan llamó “humanizar el deseo”.

Así:

El padre debe “humanizar el deseo” (Lacan).
Es bueno que el deseo esté dividido, que el objeto no sea único.
El deseo no puede ser anónimo, ni universal ni puro (deshumaniza).
se colocaba como alumno y aprendía. Y aprendió a leer y a escribir, la mecánica de las operaciones matemáticas, cálculo mental, desarrolló la orientación espacial y ejercitó su gran memoria.
era capaz de trabajar en clase, con ayuda de la auxiliar y durante cortos espacios de tiempo.
en el aula de apoyo se mostraba más centrado y respetando una rutina también accedía a los aprendizajes.
Cuando estas condiciones se ven obstaculizadas habrá consecuencias, como queremos mostrar en la siguiente viñeta del trabajo realizado en el aula de apoyo de una ikastola a lo largo de varios años:

a) Algunos datos de su historia:

X es hijo único.

La madre dejó de trabajar al nacer el niño y no ha vuelto a hacerlo. Según sus palabras, “me he dedicado a ocuparme de mi hijo”.

Las dificultades de X se detectan al escolarizarse en el aula de 2 años.

Evita todo contacto con niños y adultos, deambula, grita sin motivo aparente, se auto agrede con frecuencia, presenta estereotipias, ecolalias…

Entra en listas de necesidades educativas especiales a los 3 años con un diagnóstico de TGD (Trastorno Generalizado del Desarrollo) del espectro autista.

Desde el principio, los padres se muestran reticentes a aceptar la situación del hijo, especialmente la madre, argumentando, primero, que era muy pequeño, después, que era superdotado.

X pasó a lo largo de los años por un periplo de psicólogos y psiquiatras tanto públicos como privados, ya que la madre no estaba de acuerdo con los diagnósticos y tratamientos que se le proponían.

A pesar del desacuerdo de la madre, X estuvo medicado en algunos periodos de tiempo, siendo ella misma la que le retiraba la medicación convencida de que no le hacía nada. Y por X sabemos que cuando se la daba le decía “toma hijo, el veneno que te da tu padre”.

b) Algunos datos del trabajo con X:

En una primera fase, o bien el padre no estaba, o cuando estaba no intervenía. Era siempre la madre la que decidía.

Más tarde, todos los profesionales que trabajaban con el niño verificarían que cuando el padre intervenía limitando y conteniendo al hijo; o cuando la madre se retiraba y era el padre el que mantenía las relaciones con el centro y los terapeutas, se observaban mejorías en X : mejor estructuración del lenguaje, mejora en las relaciones, disminución de la angustia…

Era en esos periodos cuando X:

Pero estas intervenciones del padre no duraban mucho porque eran poco toleradas por la madre, quien se posicionaba en una actitud persecutoria hacia el niño, provocándole de nuevo desestabilización, agitación e incluso alucinaciones auditivas y visuales bajo la forma de una “boca roja”.

De la boca roja X diría en diferentes momentos:

  1. En la ikastola no se hace de noche. En la cama me tapo con la sábana para que no venga la boca roja, da miedo y me pone nervioso.
  2. Si no tengo la sábana viene la boca roja. Entra en mi habitación por la puerta, la ventana, el ordenador… y me dice “puto goxentudo”.
  3. Mi aita dice que vamos a poner una señal de prohibido el paso para que no entre la boca roja.
  4. Estoy nervioso por las pastillas. La boca roja me envenena todos los días y me dice: “Mira te voy a envenenar y te vas a poner nervioso todo el día”. ¿Qué puedo hacer para calmarme?
    De estas alucinaciones con la boca roja, que se repitieron a lo largo de varios años, dieron los padres su versión en varias ocasiones y terminaron motivando un cambio en la posición de la madre.

(a qué cambio se refiere? No deberíamos mencionar dicho cambio?)

La mañana siguiente a una alucinación nocturna, la madre llamó al centro muy angustiada diciendo: “no sé qué le pasó anoche a X. Gritaba, estaba desencajado, no parecía mi hijo. Lo llevamos al hospital y cuando vomitó es como si no hubiera pasado nada. Ahora está bien. Igual es el auxiliar que le da miedo”.

El padre, por su parte, diría días después en una entrevista: “El niño se despertó por la noche muy angustiado gritando. Cuando la madre acude, le dice que se vaya repitiéndole tú no, tú no. Como si estuviera en medio de una pesadilla viendo a un monstruo. La madre tuvo un shock. Tuvimos que llevar a X al hospital”.

Finalmente, ya en secundaria, se le derivó a un Centro Específico del que le sacaron poco después.

Actualmente, cumplidos los 18 años, X está en casa

Conclusión:

Para esta madre, el niño queda colocado como objeto. Por otra parte, al rechazar toda intervención del padre no permite que la palabra del padre haga límite en relación al hijo. Y cuando la función paterna no opera las consecuencias son claras: precariedad en el lazo social, pobreza simbólica, dificultades en el acceso a los aprendizajes, desinserción y exclusión.

 

REFERENCIAS:

– “El niño entre la mujer y la madre”, J.-A. Miller
– “La significación del falo”, J. Lacan
– “Desarrollo libidinal y organizaciones sexuales”, S. Freud

 

(1) Integrantes: Marta Beascoechea, Cristina Califano (Responsable), Itziar del Valle, Isabel Gómez, Felicidad Hernández (Responsable), Marije Palacios y Beatriz Tomey

 

*Trabajo presentado en el IX Symposium de los Grupos de Investigación del Seminario del Campo Freudiano de Bilbao que, con el título “Diversidad de las prácticas orientadas por el psicoanálisis. El orden social hoy”, fue celebrado en Bilbao el 1 de junio de 2013