Julio González*

 

En diciembre, desarrollé mi exposición a partir de la propuesta de Jacques-Alain Miller en Hacia PIPOL IV, de pensar la Clínica y pragmática de la desinserción en psicoanálisis a partir de lo que denominaba Lugares Alfa, recordémoslo: “Un Lugar Alfa es un lugar de respuesta, un lugar en el que el parloteo toma forma de pregunta y la pregunta misma gira hacia la respuesta”. Tras hacer un recorrido por la vertiente de la palabra en tanto que aparato al servicio del goce, es decir la dimensión del parloteo en el decir del analizante, nos planteábamos si la operación analítica permitía introducir un limite a este goce del bla-bla-bla, al monologo de la apalabra, pudiendo verificarse en esa medida el imposible de la relación sexual. En este sentido podemos recordar, tal y como señala Jacques-Alain Miller, que a nivel de la pulsión el sujeto es siempre feliz, no hay un real (un imposible) verificado.

Partiremos del hecho de considerar al síntoma en tanto que respuesta a la pregunta que se extrae del parloteo, me refiero al síntoma al final del análisis, el sinthome, es decir a la nueva relación del sujeto con su síntoma que se produce al finalizar la experiencia analítica. Verificar en la cura lo imposible de la relación sexual produce una abertura entre el sujeto y el síntoma, lo que posibilita una disposición a la contingencia.

Nos preguntábamos en esta dirección acerca de la interpretación en tanto que medio, en tanto que táctica según los términos del escrito de Lacan “La dirección de la cura”, si acaso ella posibilita esta operación de introducción de un imposible en el discurrir de la palabra del analizante, en la medida en que puede verificar un limite a la traducción, un ininteligible.

Quisiera abordar hoy esta cuestión de la interpretación en tanto que no deja de interrogar al practicante del psicoanálisis. Es una pregunta que nos remite al psicoanálisis en tanto que praxis. Tomaré para ello y como punto de apoyo una tesis de Leonardo Gorostiza que dice así: la interpretación es homogénea con el sinthome.

Una Práctica De La Vida

Quisiera también tomar como punto de arranque una entrevista que Guy Benloubu realiza en septiembre de 1992 a Félix Guattari para la revista “Le lien social”, nº 181, en ella se hacen consideraciones interesantes para la cuestión que nos ocupa. El Sr. Guattari plantea allí que la “descomposición de las estratificaciones tradicionales” exacerba los fenómenos de exclusión social, así como propone recuperar lo que llama “practicas de la vida”, señala la necesidad de reinventar estas practicas de la vida, entendiéndolas, también, como “instancias de producción de subjetividad, de invención de subjetividad”, practicas de la vida que vengan a responder a las “respuestas de segregación, de marginalización y de evitación de los problemas”. Me ha interesado la noción de “prácticas de la vida”, pues nos reenvía a la pragmática en psicoanálisis.

Es importante preguntarnos entonces acerca de la consideración de la vida desde el psicoanálisis. ¿Qué es la vida en psicoanálisis? Para comenzar una respuesta posible vamos a recurrir al curso de Jacques-Alain Miller “La experiencia de lo real en psicoanálisis”. Ahí señala que el sujeto en tanto que sujeto del significante, concepto elaborado por Lacan en un primer tramo de su enseñanza, es un sujeto tachado, ausente, muerto; fuera, por lo tanto, del cuerpo, de la vida: “el sujeto del significante como de lógica pura está fuera de la vida”.

De este modo, de un lado estaría el sujeto en tanto que sujeto del significante; del otro el individuo, el cuerpo, en tanto que aquejado, afectado por el inconsciente. Jacques-Alain Miller señala que Lacan posteriormente va a introducir la noción del parlêtre como manera de hacer entrar en la experiencia analítica la consideración del cuerpo viviente, el parlêtre en tanto supone al sujeto del significante más el cuerpo, mas la sustancia gozante. Subraya también JAM que para hacer esta operación Lacan se apoya en una hipótesis que plantea en el Seminario XX: “Mi hipótesis es que el individuo afectado de inconsciente es el mismo que hace lo que llamo sujeto de un significante”. Si esta hipótesis es correcta, podemos deducir entonces que el significante tiene tanto un efecto de afecto que perturba el cuerpo así como un efecto de significado.

En esta perspectiva es interesante subrayar el comentario que JAM realiza en la clase penúltima del curso mencionado, “La experiencia de lo real”, acerca del caso Schreber y del fenómeno del “milagro de aullido”, es decir, el profundo desgarro que Schreber sufría en el momento en el que Dios se retiraba dejándole plantado: Fenómeno del que el propio Schreber nos da cuenta en sus Memorias, y al que Lacan dedico algunas consideraciones en su “Cuestión Preliminar” y en el “Seminario 3”: “grito arrancado de su pecho y que le sorprende por la imagen que le ofrece de su boca de pronto abierta ante el indecible vacío”. Con este milagro acontece un desgarramiento subjetivo y corporal intenso en el momento en el que Dios se retira. Como nota Jacques-Alain Miller el esfuerzo de pensamiento sostiene la presencia de Dios, Schreber debe pensar para que Dios goce de él, y cuando deja de pensar el significante se calla en el sujeto. Bajo este fenómeno Schreber verifica un efecto sobre el cuerpo, un acontecimiento, del que Dios no sabe nada pues Dios, el significante, “es incapaz de comprender al hombre vivo”. Dios desconoce la vida, pues la vida excede a lo simbólico, al significante.

Y es interesante esta perspectiva del milagro de aullido en tanto que de un lado nos ilustra acerca de la relación entre el significante y la vida. Pero también nos permite dilucidar lo que subyacería en la base de algunas dimensiones subjetivas presentes en las modalidades actuales de desinserción; e igualmente poder pensar el efecto subjetivo de determinadas prácticas sociales contemporáneas que desconocen la vida (por ejemplo lo cuantitativo, lo clasificatorio, la estadística.)

Para el psicoanálisis una práctica de la vida es posible a partir de una pragmática del síntoma. Si el goce es opaco para el significante, se trata de una pragmática del síntoma que da cuenta de lo que no va, da cuenta de un fracaso.

Una pragmática del síntoma

Es la perspectiva que encontramos en la conferencia “Una fantasía”. Allí señala Jacques-Alain Miller que tiene la fantasía de que el psicoanálisis tiene algo que ver con la disolución de la moral civilizada, y si esta fantasía es verdad, si el discurso de la civilización no es ya más el envés del psicoanálisis, esto supone el éxito del psicoanálisis. Añade “pero, de golpe, esto pone en cuestión el medio del psicoanálisis, es decir, la interpretación y esto pone en cuestión su fin, e incluso su comienzo”.

Podríamos entonces plantearnos dos cosas:

1.- (relativa a lo particular de la interpretación) la interpretación tiene como marco un discurso, su práctica se ubica en un determinado discurso, no es lo mismo en el discurso analítico, en el del amo…necesidad entonces de actualizar en el momento contemporáneo nuestra doctrina y nuestra practica de la interpretación.
2.- una pregunta: ¿esta hoy el discurso analítico está en posición de interpretar el discurso del amo?, que recordémoslo es el discurso del inconsciente: “el discurso del analista podía analizar el discurso del inconsciente y su potencia interpretativa y subversiva podía, por este camino, ejercerse sobre la civilización… Si hoy ambos discursos convergen ¿hay condiciones de posibilidad para que exista el inconsciente?

Miller frente a esto señala tres respuestas que no van:a.- reponer al amo en su lugar para poder seguir siendo subversivos.

b.- el pasatismo: decir que no pasa nada, el inconsciente es eterno.
c.- el progresismo de aliarse con la ciencia, con el neuro-cognitivismo.

Por el contrario, se trata de inventar la práctica lacaniana, práctica que toma su orientación en lo real, en el eso fracasa, y que en el ser vivo se manifiesta a partir del síntoma, el síntoma “es la manifestación de real en nuestro nivel de seres vivos” (Lacan “El triunfo de la religión”) “cómo seres vivos estamos mordidos por el sintoma”. Bajo la égida del síntoma entonces la práctica lacaniana desarrolla una pragmática paradojal: “Sí, somos pragmáticos, como todo el mundo hoy, aunque un poco aparte sin embargo –pragmáticos paradojales que no tienen el culto del eso marcha. El eso marcha no marcha nunca. Nuestro buen humor viene sin duda de que nosotros sabemos que eso fracasa y de que creemos fracasar de la buena manera” (Miller “Hacia PIPOL IV”).

Se trata en esta práctica de renovar el sentido del síntoma, en tanto que éste no se reduce a ser un mensaje dirigido al Otro para encontrar su desciframiento, sino que se constituye como signo de goce. Hay en esto la dimensión de una apuesta, ética diría. Interpretar el malestar contemporáneo renovando el sentido del síntoma supone un acto fundador del inconsciente, funda el inconsciente en el momento actual, acto que “nunca es del orden de la garantía sino del orden del riesgo”.

De una parte es una apuesta por la pervivencia del psicoanálisis. El síntoma es una solución para el sujeto pues permite encontrar un modo de goce allá donde la proporción sexual no se escribe, pero es algo que a la vez fracasa, es índice de lo que cojea. En tanto que fracasa, la práctica lacaniana permite una pervivencia del psicoanálisis, su interpretación. Es necesario que el psicoanálisis fracase para que siga perviviendo, “si el psicoanálisis tiene éxito, se extinguirá hasta no ser más que un síntoma olvidado” (Lacan “La tercera”).

De otra parte, nos ubica en la práctica de una determinada manera. Así, Lacan en el, seminario “El síntoma” sitúa la necesidad de hacer una sutura entre lo imaginario y lo simbólico, el inconsciente como semblante, para obtener un sentido. Pero al mismo tiempo se trata de hacer un empalme entre lo que es el síntoma y lo real parasitario del goce, para de ese modo volverlo posible.

Se trata en ello de una clínica pragmática, cómo a partir de lo singular del goce inventar un lazo, un sentido, a partir de la construcción de un semblante, el inconsciente.

El acento se pone entonces en la relación entre el síntoma y el semblante.

¿EL síntoma en tanto acontecimiento de cuerpo permite realizar tal empalme?

Síntoma como acontecimiento de cuerpo

El significante parásita al individuo, introduce una división entre el ser y el cuerpo. La falta en ser en tanto que efecto del significante “divide su ser y su cuerpo, reduciendo a éste ultimo al estatuto del tener” (Miller “La experiencia de lo real”) Por el significante se tiene un cuerpo, no se es un cuerpo.

Los síntomas surgen a partir de la incidencia en el cuerpo de lalengua en la medida en la que lalengua vehicula lo traumático de la no relación sexual, agujero ante el que todos inventamos un truco, el síntoma es uno de ellos. Síntoma como suplencia de una “forclusion generalizada”. Todo el mundo esta loco.

El significante ya no tiene únicamente efectos de significado, como en la perspectiva clásica, tiene también efectos de goce en un cuerpo. Estos últimos se ubican del lado de lo ininteligible, lo intraducible, escapan a lo que el analizante enuncia, “no le escapan como un mensaje a descifrar” pues en ese caso quedaría incluido en el enunciado (Miller 12 de marzo de 2008), escapan en tanto que acontecimientos de cuerpo, es decir “afectos enigmáticos que hay que referir a la presencia de lalengua”, se trata de afectos cerrados sobre su enigma que “van mucho más allá de todo lo que el ser que habla es susceptible de enunciar”, son afectos rechazados del reino del enunciado.

De este modo lo que se enuncia no permite alcanzar todos los efectos de lalengua.

La pregunta que se plantea entonces es cómo en la sesión analítica la palabra puede alcanzar efectos de goce, y no efectos de sentido, cómo por medio de la interpretación poder producir acontecimientos de cuerpo que permitan un desplazamiento del goce, pues recordemos tal y como nos señala Jacques-Alain Miller: una interpretación es una interpretación, es juzgada a partir del “acontecimiento de goce que es capaz de engendrar a término” (curso del 12 de marzo 2008). Se trata entonces de la pregunta ¿cuál es el lugar de la interpretación?

Podemos señalar también que es por medio de este efecto de la interpretación que el analista, tal y como Lacan señala en “El saber del psicoanalista”, reproduce la neurosis, ocupa la misma posición que el padre traumático; y esto con el fin de reducir el goce opaco del síntoma.

El acontecimiento interpretativo

Retomemos ahora la propuesta de Leonardo Gorostiza: La interpretación es homogénea del sinthome, pues el lugar de la interpretación es el lugar de lo indecible, su lugar es el límite de lo interpretable, es decir, el agujero. Entiendo que es la vía que Lacan nos abre a partir de su escrito L’étourdit de Lacan al plantear la interpretación apofántica, es decir ella se ubica en una zona en la que el sí y el no son equívocos, zona de evocación, zona de un cierto silencio. La interpretación en el discurso analítico se ubica como correlato del propio límite de lo interpretable, lo verifica, no es por tanto una traducción.

Es también lo que Miller nos propone en el curso citado como corte: “Y bien, podría suceder que será, no el descifrado, sino el corte lo que hace acontecimiento, que sea el corte lo que pueda mantenerse a nivel del acontecimiento de cuerpo”. El corte otorga a la interpretación su dimensión de acontecimiento.

En un texto de 1996, titulado “La interpretación al revés”, Jacques-Alain Miller anuncia lo que constituye esta nueva practica interpretativa: retener el S2, no añadirlo, con los fines de cernir el S1, es decir “reconducir al sujeto a los significantes propiamente elementales sobre los que, en su neurosis, ha delirado”, lo que se pone en serie con la indicación arriba citada de Lacan: el analista he de ocupar la misma posición que el padre traumático.

Es una operación que revela la opacidad irreducible de la relación del sujeto con lalengua, es ese lugar de opacidad entonces el que corresponde a la interpretación. Por eso podemos decir que interpretación y sinthome surgen y participan, ambos, de la dimensión equívoca e intraducible de lalengua.

A este respecto, y para concluir, recordemos que en “La tercera” Lacan señala el carácter equivoco de la interpretación “para no alimentar al síntoma con el sentido”. La interpretación en tanto que a-semántica extrae un significante de su contexto asociativo, separándolo de su S2, por medio del equivoco homofónico, reduciéndolo a su carácter de letra, y como tal, intraducible.

 

* (3ª Clase del Seminario “Clínica y pragmática de la desinserción en psicoanálisis”. Seminario del Campo Freudiano de Bilbao. 27 de febrero de 2009)