Iñigo Martínez*

 

 

Para comentar esta cita situada al comienzo del capítulo VI del Seminario XI, cuento con la buena suerte de haber podido seguir las dos clases anteriores y también la clase de hoy, ya que en ellas ha habido comentarios que orientan sobre ese sueño paradigmático con el que Freud introduce el último capítulo de la Traumdeutung.

Sueño que para Lacan “tiene un sitio aparte de entre todos los analizados en el libro: sueño en suspenso en torno al misterio más angustioso, el que une a un padre al cadáver de su hijo que yace a su lado. El padre se queda dormido y ve aparecer la imagen de su hijo que le dice “Padre ¿acaso no ves que ardo? Y es que se está quemado en el cuarto de al lado”. Anteriormente, ha hablado de él en el capítulo III El inconsciente y la certeza, y la hace sobre todo en las páginas 66-67-68 del capítulo V Tyche y automaton

Ahora, en el capítulo VI, páginas 76 y 77 vuelve a ser comentado. Desconozco si pinceladas del sueño continúan a lo largo de todo el seminario, pero lo cierto es que Lacan usa este sueño para plantear una nueva manera de entender tanto el concepto de repetición, como la función del Padre.

Para empezar este sueño “tan cerrado, tan sellado, ya que no es analizado” es un sueño que Freud conoce a través de otra persona, de una paciente que a su vez lo escuchó en una conferencia sobre los sueños. La fuente queda totalmente perdida, aunque a la paciente de Freud le impresionó su contenido y no tardó en “resoñarlo”.

Freud concluye rápidamente que dicho sueño (aunque uno diría que es una pesadilla) confirma la tesis de que el sueño cumple la función de ser el guardián del dormir y de ser la realización de un deseo ¿cual?: la de mostrar al niño otra vez con vida.

Para Lacan es algo que parece poco indicado para confirmar dicha tesis. Dice que Freud no le saca su provecho, lo coloca allí, al comienzo del capìtulo, e inmediatamente pasa a cambiar de tema, a continuar con una discusión sobre el olvido del sueño y el valor de su transmisión por parte del sujeto.

¿Qué queda sin analizar? Por un lado tenemos el pecado del Padre. Vamos del Padre pacificador al padre perturbador. De hecho, algo del Padre idealizado del psicoanálisis también es tocado en este seminario precedido por la excomunión de Lacan: ¿tratar de los pecados del Padre es un pecado? En contrapartida al padre ideal tenemos al padre de Hamlet que clama venganza, a Abraham cuchillo en mano dispuesto a sacrificar a su hijo, o al “Padre que no ve” del sueño que arde.

No se trata, por lo tanto, del Padre de la ley (la ley siempre es significante) sino como causa, causa real, que provoca el despertar en el sueño. Despierta aquello real que no se deja atrapar por lo simbólico, aquello que el padre simbólico no ve y “expresa al fondo de la angustia de ese sueño”. 

Como señalaba Mónica Torres, no despierta la realidad, el resplandor que viene de la habitaciòn vecina, el ruido de la vela al caer. Lo que le despierta es el golpe de lo real, la mirada como objeto a que aparece en el campo del Otro, en la invocaciòn y el reproche del hijo al Padre. Queremos inventarnos que nos despertó “el ruido ligero contra el cual se mantiene el imperio del sueño y del deseo”. Pero es “otra cosa” la que despierta, el encuentro con lo real del objeto. Despierta la angustia, que no es sin objeto. 

Tenemos entonces dos tipos de repetición: del lado del automaton, una repetición significante que adormece. Del lado de la tiké, un encuentro con el objeto, que angustia y despierta. Esta repetición queda situada ahora del lado de lo imposible, intentando capturar algo que siempre se le escapa: precisamente la causa de la repetición misma. Tenemos así el no cesa de no escribirse de la repetición ya que el significante no metaboliza todo el goce. La causa de la repetición es lo real. Cito a Lacan más adelante: es necesario fundamentar la repeticiòn en la propia esquizia que se produce en el sujeto respecto del encuentro” Se repite lo imposible en cada encuentro fallido. 

Para acabar: ¿qué es esa muerte más allá de su sentido de destino? Es la frase con la que acaba el párrafo y a la que he dado vueltas…a un accidente irrepresentable. ¿Qué hizo que ese niño muriera? Nadie puede decirlo, la muerte,, más allá de su sentido de destino es el sinsentido absoluto. Tenemos por lo tanto en el sueño lo real de la muerte y lo real del objeto mirada. Imposible de representar e imposible de ver. Eso mueve la repetición.

 


* Referencia de la cita «La vez pasada abordé lo que entraña la repetición con el sueño del capítulo siete de La interpretación de los sueños…(hasta fin de párrafo) …allende en su sentido» de las páginas 76 y 77 del Seminario XI, de la clase del 12 de diciembre de 2020 de la Antena Clínica de Bilbao, Curso 2020 – 2021, dedicado al Seminario XI, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, de Jacques Lacan) dictada por Debora Nitzcaner y dedicada a las lecciones 6 y 7 del Seminario XI, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, de Jacques Lacan