(Referencia de el «El Seminario sobre «La carta robada»», en Escritos 1 , de Jacques Lacan)

Cosme Sanchez*

 

La carta robada es un cuento de Edgar Allan Poe publicado en 1844. En él encontramos 5 personajes y un narrador. El prefecto de policía de París, el ingenioso y locuaz Auguste Dupin (que es quien resolverá el misterio), el ministro D (el que roba la carta), y “presumiblemente” el Rey y la Reina, que es la dama (“ilustre personaje de las más altas esferas”) cuya carta es robada, y cuyo contenido la compromete. También tenemos la carta; y en relación a ella, una serie de lugares que se distribuyen y de personajes que los ocupan.

En el relato hay dos momentos que son señalados por Lacan en el Seminario sobre la Carta robada; dos escenas que repiten una situación similar: la sustracción de una carta y las complicidades que se derivan para cada uno de los personajes implicados, y que son solidarias del lugar que ocupan en relación a la carta.

El cuento comienza cuando el prefecto de la policía recurre a Dupin con el objetivo de resolver el caso de una carta que ha sido robada en las cámaras reales. La primera escena (en el tocador real) cuenta el robo de una carta de suma importancia que es sustraída ante la vista de todos, es decir, se sabe quien la roba (el ministro D) y quien es la persona robada, la reina, estando en presencia del rey (hay 3 personajes en escena). El prefecto de policía de París lo dirá así: “Cierto documento de la mayor importancia ha sido robado en las cámaras reales. Se sabe quién es la persona que lo ha robado, pues fue vista cuando se apoderaba de él. También se sabe que el documento continúa en su poder (…) Puedo afirmar que dicho papel da a su poseedor cierto poder en cierto lugar donde dicho poder es inmensamente valioso (…) pues lo que le confiere su poder es dicha posesión y no su empleo”.

El prefecto de policía ha buscado la carta en la casa del Ministro D, sin éxito. Para ello ha utilizado las técnicas policiales más sofisticadas, no obstante, como señala Dupin “su defecto es que eran inaplicables al caso y al hombre en cuestión”. Dupin sostiene que para encontrar la carta hay que ponerse en el lugar del ladrón, pensar como lo haría el ladrón.

La escena transcurre de la siguiente manera. La reina se encuentra en sus aposentos, ha recibido una carta cuyo contenido quiere ocultar al rey. Entra el rey, la dama deja disimuladamente la carta sobre la mesa, boca abajo, de manera que no se advierta su contenido. El rey no repara en ella, puesto que la reina no la esconde. Pero entonces aparece el ministro D, que mira a la reina, advierte en su mirada su angustia, y localiza la carta. El ministro sabrá, entonces, que esa carta es la que es. Disimuladamente, dará el cambiazo a la carta, dejando otra parecida en su lugar. El robo ha sucedido a la vista de todos, pero sin que el rey repare en ello. La reina sabe que ha sido robada pero no puede decir nada en presencia del rey. El ministro ha conseguido su objetivo, apoderarse de la carta, lo cual le dota de un poder en relación a la reina. El Rey no ve nada.

Transcurrido un mes desde el primer encuentro, Auguste Dupin entrega la carta al prefecto de policía, cobrando la recompensa. A continuación Dupin explicará los razonamientos que le llevaron a encontrarla, es decir, a robársela a quien la había sustraído en primera instancia (al ministro D).

 

Segunda escena

Es cuando Dupin recupera la carta. Esta escena transcurre en el despacho de la casa del Ministro D.

Dupin visita al Ministro en su despacho. Mientras conversa con él va examinando cuidadosamente la habitación hasta dar con la carta, que está a la vista de todos colgando de la chimenea (“manchada, arrugada, rota casi en dos”). Dupin dirá: “La naturaleza radical de esas diferencias, que era excesiva, las manchas, la sucia y rota condición del papel…estas cosas, junto con la visible situación en que se hallaba, a la vista de todos los visitantes” corroboran las sospechas que tenía sobre la ubicación de la carta robada.

A la mañana siguiente, Dupin vuelve a visitar al Ministro con el pretexto de haberse dejado olvidada su pitillera. Estando en el despacho con el Ministro se escucha un altercado en el exterior, y un disparo (esta distracción ha sido ideada previamente por Dupin valiéndose de un compinche). Cuando el Ministro acude a mirar por la ventana, Dupin aprovecha para dar el cambiazo a la carta, poniendo otra similar en su lugar y añadiendo un mensaje dirigido al Ministro.

«Un designio tan funesto, si no es digno de Atreo, es digno de Tiestes» Las hallará usted en el Atrée de Crébillon.

 


* Trabajo presentado en la clase del 17 de noviembre de 2018 de la Antena Clínica de Bilbao, Curso 2018 – 2019, dedicado a «La letra en el inconsciente» en «El Seminario sobre «La carta robada»», «La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud» y «Lituratierra», de Jacques Lacan