(Referencia en la lección XXI del Seminario 6 de Jacques Lacan, El deseo y su interpretación)

Rosa Uriz*

 

Freud comienza este artículo afirmando que encuentra cada vez más claro designar al Complejo de Edipo como el fenómeno central del periodo temprano sexual infantil. Añade que en su desarrollo le sigue su disolución, sucumbiendo más tarde a la represión y estableciéndose un periodo de latencia.

“El complejo de Edipo, escribe, sucumbirá a su propio fracaso, resultado de su imposibilidad interna”.

Freud se pregunta cuáles serían las causas que provocan su fin. Encuentra que una primera razón sería lo que el análisis parece atribuir a las decepciones dolorosas sufridas por el sujeto. En el caso de la niña que se cree el objeto preferente del amor del padre, llegado un día recibe una fuerte corrección de este y se ve expulsada de su feliz paraíso. En el caso del niño la decepción se da cuando ve a la madre, que hasta ese momento era considerada como su propiedad exclusiva, orientar su cariño y sus cuidados hacia un nuevo hermanito. Pero, añade Freud que en otros casos en los que no sucede lo ejemplificado ocurre que la ausencia de satisfacción deseada acaba también por apartar al infantil enamorado de su inclinación sin esperanza.

Otra hipótesis sería que el Complejo de Edipo desaparecería porque llega el momento de su disolución del mismo modo que los dientes de leche se caen cuando comienzan a formarse los definitivos.

Ya un año antes, en 1923, Freud escribía en “La organización genital infantil” que había observado que el desarrollo sexual del niño avanza hasta una fase donde los genitales se adjudican un papel directivo. Aunque se trata del genital masculino ya que el femenino permanece aún desconocido. Esta fase llamada fálica que es al mismo tiempo la del Complejo de Edipo, en este momento desaparece y es sustituida por el periodo de latencia.

¿De qué modo acontece la desaparición? Ocurre que al mismo tiempo que el sujeto infantil de sexo masculino descubre y manipula sus genitales surge la amenaza de privarle de esta parte tan estimada de su cuerpo. Con frecuencia esta amenaza está asociada al hecho de mojar todas las noches las sábanas, porque los adultos ligan esta incontinencia con el tocamiento de los genitales.

Si bien para este momento el niño ya ha experimentado otras pérdidas: separación del pecho materno y expulsión del contenido intestinal; lo que definitivamente rompe con el Complejo de Edipo es el descubrimiento de los genitales femeninos. Es de este modo que se hace posible representarse la pérdida de su propio pene, y la amenaza de castración comienza entonces a dejar sentir sus efectos, que lo son, de una pérdida, del lado masculino como castigo y del lado femenino como premisa.

Pero sabemos que no se trata solo de la masturbación, ya que esta es únicamente una respuesta a una excitación sexual. También sabemos que el niño no tiene sino una vaga idea de aquello en lo que puede consistir la satisfacción amorosa, pero sus sensaciones orgánicas le imponen la convicción de que el pene desempeña en ella algún papel.

A partir de esto, si para el niño la satisfacción amorosa basada en el Complejo de Edipo ha de costarle la pérdida del pene, surgirá un conflicto entre el interés narcisista por esta parte del cuerpo y la carga libidinosa de los objetos parentales.

Así las cosas, las cargas de objeto quedan abandonadas y sustituidas por identificaciones. La autoridad del padre o padres queda introyectada en el yo como nódulo del superyó, perpetuando la prohibición del incesto y a su vez el yo queda garantizado contra el retorno de las cargas de objeto libidinosas. Los genitales se salvan aunque se despojan de su función, y comienza el periodo de latencia que interrumpe la evolución sexual del niño. Este proceso es más que una represión, equivale a una desaparición.

Llegado a este punto Freud termina este artículo recordando que la trayectoria no es la misma en el niño que en la niña, que dada su anatomía, acepta la castración como un hecho consumado mientras que el niño teme la posibilidad de su cumplimiento. El Complejo de Edipo en la niña va más allá de la sustitución de la madre y la actitud femenina con respecto al padre. Es una renuncia soportada en una tentativa de compensación. La niña pasa de la idea de pene a la idea de niño que espera recibir del padre. Podemos pensar que dado que este deseo no llega jamás a cumplirse, el complejo de Edipo en la niña también será abandonado.

Freud termina reconociendo que el conocimiento de estos procesos evolutivos en la niña es insatisfactorio e incompleto.

* Trabajo presentado en la clase del 16 de enero de 2016 del Seminario del Campo Freudiano de Bilbao, Curso 2015 – 2016, dedicado al Seminario 6 de Jacques Lacan