Mikel Arranz*

 

Pulsión es uno de esos términos algo oscuros, en este texto hay un recorrido por ese concepto que Freud trata de forma poco dogmática. Hay una oscuridad que me parece que no se clarifica en todo el texto y que precisamente hace móvil, dinámico y vivo al concepto.

 Por el lado de la fisiología, se otorga validez a la existencia de estímulos pulsionales, internos, como la sequedad de la garganta o la acidez estomacal. Por un momento en el texto pareciera que se baja el sombrero frente a Pavlov, pero no del todo, anota al pie “suponiendo que esos procesos internos sean las bases orgánicas de la necesidad de hambre y sed”. Me parece una nota escéptica. De ahí continúa por otro camino. Se aleja del arco reflejo, de la idea del estímulo- respuesta. Hay algo en ese modo de entender las cosas que no sirve. La huida no sirve frente lo pulsional, que es una fuerza constante. Mejor llamar necesidad al estímulo pulsional y satisfacción en vez de respuesta a la cancelación de la necesidad.

Es la pulsión y no el estímulo externo el verdadero motor del sistema nervioso. Propone seguir a la pulsión con su “impreciso” principio del placer, ese placer reflejo de la disminución de la intensidad del estímulo. Avanzando por esta vía topa con una frontera. El concepto se vuelve fronterizo entre lo somático y lo anímico. La pulsión sería un representante psíquico de las necesidades corporales que alcanzan el alma (ánima). Se trataría de una medida de la exigencia de trabajo que es impuesta a lo anímico a consecuencia de su trabazón con el cuerpo.

Vemos que Freud se va alejando de la clásica oposición entre fisiología y alma, ente órgano y psique, la pulsión queda como representante del cuerpo. Se puede entender que ahí cuerpo no es órgano, ni anima (psique). Ya no es el órgano de los fisiólogos mecanicistas, ni el alma de la teología y la filosofía.

Después Freud pasa a discutir los términos que rodean al concepto pulsión. Podemos creo, ir ubicando el modo de pensar el cuerpo que va proponiendo Freud.

Comienza con el Drang (esfuerzo). La esencia de la pulsión es la exigencia de trabajo. Su meta es la satisfacción, que solo sería alcanzable cancelando el estado de estimulación en la fuente de la pulsión. Hacia esa meta la pulsión puede seguir diversos caminos, incluso inhibirse o desviarse tras avanzar un trecho. En esos procesos hay una satisfacción parcial. El objeto de la pulsión es aquello en o por lo cual puede alcanzar su meta. Es importante esto, meta y objeto de la pulsión no son lo mismo. El objeto es algo que puede resultarle apto a la pulsión para su satisfacción, puede ser no solo algo ajeno sino también el cuerpo propio. Hay objetos que pueden quedar íntimamente fijados a la pulsión, deteniendo la movilidad de la pulsión. Respecto a la fuente de la pulsión Freud indica que es algo absolutamente necesario para ella pero que no compete a la investigación psicológica. Se podría inferir la fuente con certeza a partir de sus metas. Las pulsiones serían cualitativamente idénticas, las diversas operaciones psíquicas provienen de las diferentes fuentes pulsionales.

En esta arbitrariedad a la significación de lo que es la pulsión Freud propone dos grupos primordiales: Las pulsiones yoicas o de autoconservación y las pulsiones sexuales.

Establece que la meta de las pulsiones sexuales es el placer de órgano y que solo después de haber logrado una síntesis cumplida entran al servicio de la función de reproducción. Se apuntalan primero en las pulsiones de autoconservación y luego poco a poco se desasen de ellas, si bien en el hallazgo de objeto siguen los caminos de dichas pulsiones yoicas.

Se proponen 4 destinos para la pulsión: trastorno hacia lo contrario, vuelta hacia la propia persona, represión y sublimación (los dos últimos no los trata en éste estudio, si los dos primeros que plantea como variedades de la defensa contra la pulsión).

Freud va a pensar estos desarrollos como las erupciones de lava, cada nueva erupción marca el camino de la siguiente.

1: Trastorno hacia lo contrario: opuesto actividad-pasividad y trastorno del contenido por ejemplo en el sadismo-masoquismo.

2: La vuelta hacia la propia persona: masoquismo es un sadismo vuelto contra el yo, se cambia el objeto pero se mantiene la meta. Freud distingue tres etapas. De la voz activa (pego), a la voz pasiva (soy pegado), por último la búsqueda de otro que se encargue de papel de sujeto agente (busco otro que me pegue). En el obsesivo no se produce el paso de voz activa a pasiva, sino a voz media reflexiva (se pega). Así en esta neurosis del sadismo se pasa al automartirio con los pensamientos, no al masoquismo. Recordemos al Hombre las ratas sufriendo de pensar las torturas que le cuenta el capitán cruel.

Como ya explicó en tres ensayos, infligir dolor no es una meta original de la pulsión. Sentir dolor puede volverse una meta masoquista, ya que esta sensación puede desbordar sobre la excitación sexual. Para volverse una meta solo puede hacerlo en el sádico, que busca en el sufrimiento del otro la identificación con ese dolor. Gozar del dolor es meta en origen masoquista pero que solo puede devenir meta pulsional en quien es originariamente sádico.

Respecto del voyeur-exhibicionista como en el sado-masoquista se pueden establecer 3 etapas. Recordemos en el sadomasoquista teníamos (pego, soy pegado, busco otro que me pegue). En éste caso (veo, soy mirado, busco alguien que me mire). Pero aquí Freud plantea una diferencia con el anterior. A diferencia de la pulsión sádica, en la pulsión de ver hay una etapa inicial a la de (veo), etapa autoerótica, (veo mi cuerpo), solo después se pasa a la primera etapa en la que transmuta este objeto por uno análogo en el cuerpo ajeno (veo=veo mi cuerpo en el otro).

El sello del narcisismo queda impreso tanto en el sádico que goza identificándose de forma masoquista al dolor ajeno, como en el voyeur que goza de autocontemplación en la contemplación del otro con el que se identifica.

Entonces Freud pasa a otro asunto. Hasta ahora habíamos hablado del trastorno de la pulsión hacia lo contrario en términos de actividad pasividad. Faltaba explicar el trastorno en cuanto al contenido de la pulsión. Solo hay un caso en que esto ocurra, la transposición de amor en odio. Freud establece 3 pares de opuestos en cuanto al amor: (Amar-odiar), (amar-ser amado), ((amar-odiar)-(indiferencia)). De la oposición (amar-ser amado) la pulsión puede reconducirse hacia el (amarse a sí mismo), que es lo que caracteriza el narcisismo.

Para comprender mejor estas polaridades del amor se proponen 3 opuestos de la vida anímica general: (sujeto(yo)- objeto (mundo exterior), (placer-displacer), (activo-pasivo). La primera, la oposición yo-no yo se le impone al sujeto tempranamente, fundamenta una situación básica que diferencia los estímulos que se pueden acallar, que quedan como externos, de los propiamente pulsionales, internos. Nuestra voluntad quedaría orientada hacia la búsqueda del placer frente al displacer. El sujeto sería pasivo hacia el mundo exterior, activo por sus propias pulsiones y en un principio capaz de satisfacer sus pulsiones por sí mismo en su estado narcisista primordial. Ese estado quedará perturbado ya que las pulsiones nunca se satisfacen, lo cual puede observarse en el desvalimiento y la necesidad de cuidado.

El narcisista autoerótico y totalmente indiferente al mundo exterior no se satisface, las pulsiones de autoconservación le obligan a buscar objetos en el exterior.

Freud pasa a describir un yo realidad, que ya había explicado como aquel que diferencia adentro y afuera, en dependencia de la imposibilidad o posibilidad de huir del estímulo externo. A partir de éste se desarrolla el yo placer, el yo realidad se muda en yo placer, es entonces de forma secundaria que se empieza a diferenciar atendiendo a la oposición placer-displacer lo propio de lo que queda como resto ajeno y hostil.

Los objetos del mundo exterior pasan de resultar indiferentes a ser odiados. Si más tarde pasan a ser amados, se incorporan al yo, lo amado vuelve a ser parte del yo-placer purificado. El objeto queda de nuevo ajeno y odiado. No es la pulsión la que ama o odia, sino el sujeto.

Asi que de entrada tenemos una relación con lo posible y lo imposible que no se encuentra mediada por el principio del placer, hay más bien el odio y el rechazo a aquello de lo que es imposible huir, aquello de lo que no hay huida posible se odia. Por otro lado, el amor narcisista y autoerótico que introyecta y hace propio aquello de lo que es posible satisfacerse.

Amor y odio no son opuestos en primer término. El odio primeramente es la lucha del yo por afirmarse y conservarse, está más en relación a la pulsión de autoconservación. El odio es más antiguo que el amor. El amor proviene de la capacidad autoerótica. Amor y odio se presentan en las pulsiones parciales mezclados, incorporar y devorar es una de las primeras modalidades de amor (se come a besos). Luego con la organización genital el amor deviene lo opuesto del odio.

Cuando un vínculo amoroso se rompe, el odio remplaza al amor. Este odio cobra un carácter erótico por regresión del amor a la etapa sádica previa, así se garantiza la continuidad de un vínculo de amor.

 

 


* Trabajo presentado en el Seminario de lectura y comentario de textos del 17 de abril de 2021 de la Antena Clínica de Bilbao, Curso 2020 – 2021, dictada por Shula Eldar dedicada a las lecciones 16 y 17 del Seminario XI, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, de Jacques Lacan.