María Verdejo*

 

 

En este capítulo 5 Miller refiere que es a partir del seminario 11 que “la presencia del analista” cobra una función completamente nueva. Y que dicha función la podemos extraer del efecto de amor que se produce en la transferencia.

Nos comenta que este viraje que se va a producir en relación con la vertiente del objeto en la trasferencia supone el cambio que se va produciendo desde el seminario 7 en la enseñanza de Lacan, en el que puso en su lugar la función de das Ding, y situó el goce como vacuola.

Como Lacan va necesitando introducirse en otro tipo de topología que a las que hasta ese momento nos tenía acostumbrados.

Así Miller nos dice en la pág. 95 “En el fondo, en este camino de la transferencia abierto por la ética, podría ponerse como emblema esta vacuola, un doble redondel. El seminario de la transferencia es la escenificación de esta vacuola, es la necesidad de poder situar lo que subsiste fuera de la simbolización, la tópica en juego es la del afuera y el adentro.

 

Entonces, este capítulo que nos ocupa transita por el recorrido que Lacan realiza para re-formular el concepto de transferencia tomando la vertiente del amor y hacer de la presencia del analista una nueva función, presencia del analista que encarna el lugar de la pulsión.

Pág. 93: “la posición justa de la transferencia está en el nivel de la pulsión…la transferencia es lo que hace emerger el estatuto de la pulsión. Está inscrita sobre el vector de la demanda de y al Gran Otro, puesto que la pulsión es una demanda”.

El tema implicado en esta confluencia de la transferencia y de la pulsión supondrá plantear también el objeto en ese estatuto de real, y no considerar que la pulsión misma está articulada en términos significantes.

Leemos en la página 94: “debe decirse que plantear el objeto no como simbólico e imaginario, sino como real no es en absoluto evidente. Sin embargo, esto se prepara por la conjunción, incluso por la identidad, de la transferencia y el amor, que ya obliga a definir en el Gran Otro lo que no tiene y que le sirve de incentivo”.

 

Comienza el capítulo con el párrafo siguiente:

La definición operatoria de la transferencia a partir del sujeto supuesto saber-que se volvió popular-tuvo como consecuencia velar, dificultar el acceso a la función del objeto en ella.

Un poco más adelante, en el mismo párrafo continúa, Sin embargo, fue la consideración de la transferencia lo que condujo a Lacan a elaborar un estatuto del objeto inédito hasta entonces que hoy manipulamos con familiaridad como el objeta a, objeto que estaba ausente en todo el comienzo de su enseñanza, y que hará equivaler al real no simbolizado.

En el segundo párrafo de la misma página Miller continúa:

Fue incluso a propósito de la transferencia como se volvió insistente en su enseñanza el tema que resumimos con esta fórmula: a Ì A, que implica la inclusión del objeto a en el Gran Otro.

Se trata de una inclusión cuyo estatuto es complejo…esta relación de inclusión es lo que motivó una nueva topología de Lacan más allá de los grafos. Una topología que pudiera dar cuenta de un afuera, fuera de la simbolización que califica de exterioridad pura y simple. Se define lo real, así como lo que no existe para el sujeto, lo que no encuentra su lugar, pero que conserva sus efectos, y es con los ejemplos de la alucinación y el acting out, que da cuenta de cómo, aunque estén fuera de la simbolización no por ello dejan de estar en juego. De que, a pesar de no entrar en el proceso de la simbolización ex-sisten.

Estamos en la estructura de la extimidad, que se supone capaz de conjugar el afuera y el adentro y ponernos en condiciones de construir el modo de presencia de lo real en lo simbólico, de modo que lo que le interesa a Lacan es esta intersección entre lo real y lo simbólico y que obliga a unir al sujeto que es producto del lenguaje en otra vertiente, la vertiente del objeto que lo causa, pudiendo encontrar lo vivo más allá de la mortificación significante.

 

He tomado en primer lugar el último párrafo titulado “Erastés y Erómenos” para poder comprender esa pragmática del amor en la experiencia analítica.

No sé si se puede decir así, se diría entonces que está el efecto del amor en la transferencia y como es necesario conoce lo que se produce con ello, comprender este amor, para poderlo volver operativo, para servirse de él y que el sujeto pueda encontrar la causa que lo origina.

Dice Miller: “Resulta notable que la primera definición que Lacan da del amor sea a partir del significante: el amor es una metáfora, es decir, una sustitución, cuando el lugar del erómenos se sustituye por la función del erastés” pág. 95, último párrafo.

Esta definición significante del amor descansa, sin embargo, en el objeto, ¿Cómo? Fedro lo dice de sí mismo: el que ama (erastés) es el que no tiene. El amado es el que tiene.

En el amor está en juego el tener-no tener.

Tal como lo destaca Lacan, lo que constituye la paradoja del amor en un sujeto es que él, que es amable, que tiene, puede proponerse como el que no tiene (página 96).

Esto se ejemplifica en el banquete, en la escenificación de Aristófanes, que está en posición de amante, presentando a Sócrates como el que tiene, tiene ese objeto preciosos, ese agalma y como Sócrates rehúsa esa posición, Sócrates escenifica así al Otro del discurso, quien nunca pretendió el amor de Alcibíades, nunca pretendió , dice Miller, nunca pretendió más que estar en lo simbólico y esto lo amarra, no sintiéndose él mismo más que efecto del significante da lugar sin embargo a la ilusión de que en su interior se hallaría, el objeto precioso, el agalma.

La particularidad de ese objeto agalmático es que es “nada”.

Sócrates sabe algo sobre su propio agalma, sabe que no tiene ningún objeto que valga la pena. Sócrates no cree ser el contiene de un objeto, sino sólo el continente “nada”. De allí procede su agalma para Lacan. Sócrates se identifica con esa nada que es el sujeto mismo; se reconoce como un puro erastés.

Lacan conserva esa nada. Llega incluso a convertirla, en el discurso analítico, en algo real. Está incluida en el analista, pero no es nada que sea amable, salvo por la anamorfosis del saber que se produce en el discurso.

Además de negarse como objeto de amor, dirige a Alcíbiades a su verdadero objeto, que es Agatón. Lacan dirá que ésta es la esencia de la interpretación analítica, apuntar al objeto.

No es por casualidad, refiere Miller, que ya en esas fechas Lacan manifiesta su interés por las anamorfosis. Los circuitos significantes se condensarían en la imagen maravillosa del agalma y darían la ilusión del objeto precioso.

Entonces, lo que estructura la situación analítica es que el analista, la función del analista se sostiene desde el rechazo a lo que concierne en la metáfora del amor. El rehúsa admitirse legítimamente como el amado.

Así podemos retomar el párrafo correspondiente a la presencia del analista, pág. 90.

“Lacan ya se ubica en la línea de este pequeño a incluido en el Gran Otro por su definición del amor, que es una pura paradoja. “Amar es dar lo que no se tiene”… Pero, si se puede dar, si puede dar lo que no tiene, si no existe, se necesita un estatuto singular de la inclusión. Y es que, para darlo, es preciso tener de alguna manera lo que no se tiene. Este es el punto de partida de Lacan sobre la transferencia, que da razón del amor primario de transferencia, El analista no tiene para dar más que lo que no tiene, esa nada. Sin embargo, Lacan sitúa en ese momento de su enseñanza como el analista sí da, da su presencia. Presencia que es el lugar de la escucha, escucha que implica la condición de la palabra, puesto que no hay palabra sin escucha, y que si hay escucha, hay entonces presencia. Se trata de una pura deducción de la necesidad de la presencia a partir de las exigencias de la palabra, de la función de la palabra, es decir, a partir de las exigencias de lo simbólico.

Entonces Lacan subraya que esta presencia es discreta, aludiendo así, a lo que liga esta presencia del analista con el silencio de la pulsión, comienzo de lo que deberá ser en ese lugar la posición del objeto pequeño a.

 

 


* Referencia presentada en la clase del 13 de marzo de 2021 de la Antena Clínica de Bilbao, Curso 2020 – 2021, dedicado al Seminario XI, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, de Jacques Lacan) dictada por Graciela Brodsky y dedicada a las lecciones 13, 14 y 15 del Seminario XI, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, de Jacques Lacan