(Referencia del Seminario 6 de Jacques Lacan, El deseo y su interpretación)

Inmaculada Erraiz*

 

1901 fue un año muy productivo para Freud. Publica “Psicopatología de la vida cotidiana”, comienza a escribir “El caso Dora” y publica “Los sueños”. Es una obra corta, en realidad una síntesis de «La interpretación de los sueños”. En este trabajo analiza dos sueños suyos, -uno de ellos el de la Mesa Redonda, de forma extensa-, dos de pacientes, uno de ellos en realidad es una frase, y varios de niños, entre ellos el de su hija.

En “Los sueños” enumera la condensación, el desplazamiento, la dramatización y la elaboración secundaria como los instrumentos más importantes para el trabajo del sueño.

¿Son los sueños vana espuma?, se interroga Freud. A cuestiones planteadas desde siempre como son la génesis del sueño, su relación con la vida psíquica despierta, su dependencia de estímulos, las singularidades y repugnancias de su contenido, su carácter volátil y las incongruencias entre la representación y sus afectos, Freud añade dos más: el lugar que ocupa el sueño entre los procesos anímicos y la pregunta sobre si los sueños pueden ser interpretados, si tienen un sentido.

Para este estudio Freud aplica “la regla fundamental” ya que si ésta le había dado tan buenos resultados en el estudio de las obsesiones, fobias y delirios, tan extraños a la conciencia moral como los sueños a la conciencia despierta, bien podría aplicar este método para los sueños.

El sueño de “La mesa redonda”, por ejemplo, es al inicio un sueño extraño, oscuro, sin sentido. Freud lo analiza y comprueba cómo va experimentando intensos y fundados movimientos afectivos y cómo los pensamientos van formando cadenas lógicamente eslabonadas, en las cuales se repiten como centrales determinadas representaciones para llegar a una serie de pensamientos y recuerdos valiosos para su vida anímica.

Sobre la teoría de los sueños sugiere Freud que estos son sustitutivos de series de pensamientos revestidos de afecto y, a pesar de que no se conozca el proceso que les hace surgir, es injusto considerarlos un fenómeno puramente físico, exento de importancia psíquica. Además él ha observado dos cosas: que el contenido del sueño es mucho más breve que aquellos pensamientos que sustituye y que el estímulo provocador del sueño es un nimio suceso del día anterior.

Ante el sueño distingue entre el contenido manifiesto, esto es el sueño tal y como aparece, y el contenido latente, que es el material hallado en el análisis. A esta primera división le sucede una segunda: la elaboración del sueño, es decir el proceso que ha trasformado el contenido latente en manifiesto y el motivo que ha hecho necesaria esta traducción

En el trabajo del sueño toman parte los siguientes procesos psíquicos:
Primer proceso. La dramatización, el sueño es una idea puesta en imágenes. Clasifica los sueños en tres categorías: 1.- Los que poseen un sentido y son comprensibles, a menudo son breves y no despiertan nuestra atención por carecer de elementos que puedan causarnos extrañeza. 2.- Nos causan extrañeza aunque tienen coherencia y poseen un sentido. 3.- Los incoherentes, embrollados y faltos de sentido.

La gran mayoría de los sueños pertenecen a la segunda y tercera categoría, y en ellos la diferencia entre el contenido manifiesto y latente es evidente. Además Freud plantea la hipótesis de que entre el carácter incomprensible y confuso del sueño y la dificultad de comunicar las ideas del mismo existe una íntima y regular conexión. El sueño de la Mesa Redonda pertenece a la tercera categoría.

Los sueños de los niños son otra cosa, están caracterizados por ser realizaciones de deseos no cumplidos en la vida real. En ellos no hay contradicción entre el contenido latente y manifiesto, no existiendo por lo tanto elaboración. La imagen del sueño es aceptada como verdadera porque el niño no posee la facultad de distinguir entre fantasía, alucinación y realidad. En cambio, el adulto ya sabe establecer esa diferenciación. Los sueños infantiles, que no son habituales en una persona adulta, se pueden resumir por una frase optativa -“¡ojalá!”- que expresa el deseo de la persona de que algo hubiera pasado -o no.

También en los sueños confusos de los adultos se pueden presentar algunos fragmentos como realizaciones de deseos, aunque están tan ligados con el resto del material que resultan incomprensibles. Freud llega a afirmar lo siguiente: Los sueños presentan en su mayoría, el más extraño e indiferente material, y nada hay en su contenido manifiesto que pueda considerarse como la realización de un deseo.

A pesar de lo dicho, Freud se inclina a pensar que también los sueños de los adultos son realizaciones de deseos. En el sueño de “La Mesa” según Freud, ¿qué otro deseo puede haber sino el de que su mujer le haga caso? y que tras la expresión “¡Ha tenido siempre tan bellos ojos!” ¿Se esconda el deseo de que le quieran sin ningún interés?

Segundo proceso. Puesta en imágenes del deseo, la condensación.

En una representación única hay representadas varias cadenas asociativas, dice Freud, y no podemos dudar de que la elaboración del sueño ha llevado a cabo una magna comprensión o condensación. No se halla entonces un solo elemento del contenido del sueño del cual no partan los hilos de asociación en dos o más direcciones, y también, que generalmente se haya representada una sola idea por más de un elemento.

Tercer proceso. El desplazamiento. La disparidad entre el contenido del sueño y las ideas del mismo no es únicamente debido a los efectos de la condensación y la dramatización. Freud dice: Durante la elaboración del sueño pasa la intensidad psíquica desde las ideas y representaciones, a las que pertenece justificadamente, a otras que, a mi juicio, no tienen derecho alguno a tal acentuación y continúa: Constituye tan sólo un efecto del proceso de desplazamiento el hecho de que en lugar de la impresión justificadamente estimulante o el material de justificado interés, sea lo indiferente lo que llegue a hacerse admitir con el contenido del sueño.

Aquello que en el sueño se presentaba como contenido esencial tiene que contentarse, después del análisis, con un papel secundario entre las ideas del sueño. El sueño no actúa nunca con nada que no sea digno de ocupar también nuestro pensamiento despierto. Los sueños más llenos de sentido son los que contienen realizaciones de deseos. En esos no tiene lugar el menor desplazamiento.

En cuanto a los medios de representación del sueño, las ideas que se presentan se muestran simbólicamente por medio de comparaciones y metáforas, un lenguaje poético y rico en imágenes. No es únicamente producto del desplazamiento el hecho de que no se reconozcan las ideas del sueño. Estas tienen que adaptarse a ese medio de expresión. En palabras de Freud, el sueño no tiene por qué renunciar necesariamente a las relaciones lógicas entre las ideas latentes, por el contrario, las sustituye por caracteres formales que le son propios.

Todo este material tiene su origen en sucesos, impresiones que con frecuencia datan de la infancia y que han sido percibidas por el sujeto como imágenes visuales.

También destaca Freud que las ideas contradictorias son representadas preferentemente en el sueño por un mismo y único elemento. El “no” no parece existir en lo que concierne al sueño.

Además de la condensación, el desplazamiento y la dramatización hay un cuarto proceso, la elaboración secundaria, que actúa sobre el contenido del sueño ya formado y ordena los componentes. El sueño recibe así una primera fachada, que no cubre su contenido, y sufre al mismo tiempo una primera interpretación provisional.

Estos cuatro procesos no constituyen en absoluto una elaboración creadora, matiza Freud. Su función es la de adaptar un material ya existente a esta forma de representación.

En el análisis del sueño de la Mesa redonda Freud interrumpió la comunicación de las ideas latentes por discreción pero encontró ideas extrañas y desagradables. No le queda otra opción que aceptar que las ideas existían en su vida psíquica y que poseían una cierta intensidad o energía pero que se encontraban en una peculiar situación psicológica por la que no podían hacerse conscientes.

Tiene que admitir una relación causal entre la oscuridad del contenido del sueño y el estado de represión. “El sueño tiene que ser oscuro para no revelar ideas latentes prohibidas. La elaboración del sueño está al servicio de la ocultación”, declara dice Freud.

¿Cómo explicar la represión? En nuestro aparato psíquico, dice Freud, hay dos instancias. En la frontera entre ambas se encuentra la censura, que no deja pasar sino aquello que le agrada, deteniendo todo lo demás. Lo rechazado por la censura se halla entonces en estado de represión. Bajo determinadas condiciones, una de las cuales es el dormir, se transforma la relación de las fuerzas entre ambas instancias, de tal modo que lo reprimido no puede ya ser reprimido por completo, nos dice Freud, pero la censura no cesa jamás, solo se relaja.

De los sueños hemos averiguado: 1.- Que aquellos que son comprensibles y con sentido son realizaciones de deseos. 2.- Que en los oscuros y embrollados el deseo surge de las ideas latentes pero la representación es irreconocible. El deseo ha sucumbido a la represión y es extraño a la conciencia o está ligado a las ideas reprimidas. Son realizaciones de deseos reprimidos. 3.- Que aquellos que, si bien representan un deseo reprimido, lo hacen sin disfraz alguno o con un disfraz insuficiente. Estos suelen acompañarse de angustia, que acaba por interrumpirlos, siendo la angustia un sustitutivo de la deformación.

Hay sueños de contenido penoso que no producen sensación desagradable. En estos casos se trata de realizaciones «bien disfrazadas» de deseos reprimidos.

Los sueños son protectores del dormir Si el sueño es la exposición de un deseo realizado y atribuimos su oscuridad a las transformaciones impuestas por la censura al material reprimido, no nos será muy difícil deducir la función del sueño, proteger el dormir. Declara Freud que no hay objeción posible contra esta hipótesis. Sin embargo, hay casos extremos como en los sueños de angustia y pesadilla en los que cambia su función de proteger el reposo por la de interrumpir a tiempo el sueño.

Para concluir Freud expone que si aceptamos su hipótesis de la existencia de la censura no debe extrañar que la mayoría de los sueños de los adultos se revelen como dependientes de deseos eróticos

Como explicación, indicaremos que ningún otro grupo de pulsiones ha experimentado un más amplio sojuzgamiento por las exigencias de la educación civilizada como las sexuales. Desde que hemos llegado al conocimiento de la sexualidad infantil, que regularmente pasa inadvertida o es mal comprendida, podemos decir que casi todo hombre civilizado ha conservado en algún punto la conformación infantil de la vida sexual y comprendemos de este modo que los deseos sexuales infantiles reprimidos proporcionan las más frecuentes y poderosas fuerzas pulsionales para la formación de los sueños, afirma Freud (p. 750).

 

* Trabajo presentado en la clase del 13 de diciembre de 2014 del Seminario del Campo Freudiano de Bilbao, Curso 2014 – 2015, dedicado al Seminario 6 de Jacques Lacan