Iñigo Martínez*

 

 

El capítulo X que lleva por título “Conversación en los escalones del Panteón” y es, en cierto modo, especialmente retroactivo. Tomó en ese sentido, la referencia que une la página 159 de ese capítulo con la página 21 del primer capítulo del seminario.

Del capítulo actual recojo: El esclavo era, en su origen, el saber. Y aquí está la evolución del discurso del Amo. Porque hay una oposición entre el saber hacer y lo que es la episteme. La filosofía ha desempeñado el papel de constituir un saber de amo que sustrae el saber al esclavo. El discurso filosófico interpeló al esclavo demostrando que sabe – que sabe lo que, por otra parte no sabe. Sólo le muestra que sabe porque se le plantean las buenas preguntas.” (pág. 159).

Esta es una referencia muy precisa que se historifica en el diálogo platónico que lleva por título “Menón”. En él toman parte 1) Sócrates, 2) Anito (futuro acusador de Sócrates en su juicio y condena a muerte), 3) Menón (que es discípulo de Gorgias) y 4) el esclavo de Menón, al que se le llama para probar, supuestamente, la teoría de la reminiscencia: saber sería, según esa teoría, recordar. El alma humana, antes de nacer, estuvo en el mundo de las ideas y ahora, aunque no sin dificultad, ya que se encuentra encarcelada en un cuerpo, puede recordar aquellas formas ideales en las que habitó.

Esta es la versión clásica del diálogo, que también trata sobre 1) qué es la virtud, 2) si está es transmisible y 3) acaba hablando sobre la opinión verdadera, la ortodoxa. El diálogo, en sí mismo, es precioso. Y Sócrates, en su estilo, parte de qué no sabe nada acerca de la virtud y va desmontando las respuestas que Menón le va dando. Cuando Menón tira la toalla, hacen llamar al esclavo para que siga respondiendo.

La lectura que hace Lacan, tal como sucede con el Banquete de Platón es, cómo no, muy diferente de la lectura clásica, de la versión escolar-universitaria.

Tomo el punto de la reminiscencia: ¿se trata de eso para Lacan en este diálogo? No. Se trata, como se ha dicho, de la extracción del saber del esclavo por parte del Amo. Tenemos al esclavo que trabaja: ese es el estilo de la vida antigua. Pero ¿qué sabe el esclavo? Posee un saber hacer (pag 20). Lacan dice que lo posee, no que lo sabe. El esclavo antiguo posee la techné, la técnica (técnica manual, artesanal. No como el proletariado, que no está en el lugar del saber sino del material humano como indicaba en su clase Fabián Fajnwaks).

Y, bueno, ¿qué señala la filosofía en su evolución? (otra vez pregunta de la pág. 20). Señala el robo del saber del esclavo por parte del amo. Para convertirlo ¿en qué? En episteme: en conocimiento, en saber teórico, transmisible. Episteme, curiosa palabra: ponerse en buena posición: encontrar la posición que permita que el saber se convierta en saber de amo. Podríamos titular el diálogo: de la técnica a la episteme.

Pero eso sucede de una manera que Lacan llama irrisoria: “A ver, que venga el esclavo, ese pequeñin, ya verán ustedes lo que sabe”. Le plantean preguntas dirigidas, preguntas de amo y el esclavo responde lo que las preguntas dictan por sí mismas. Respuestas cerradas. Son ejemplos de una geometría intuitiva los se usan: “¿Se puede duplicar este cuadrado con el otro?” El esclavo responde: Sí. (Así hasta que llegan a raíz de dos, y las cosas se complican, dejan de ser tan intuitivas. Pero no tomaré ese hilo del Menón que está en el seminario 2). En este seminario 17, Lacan dice sobre la entrevista al esclavo “Es una forma de mofarse del personaje, lo asan vivo. Nos hacen ver la parte seria, que el esclavo sabe; pero lo que ocultan es la función de arrebatar al esclavo su función respecto al saber”.

Pero, ¿qué hay que hacer para eso? Introducir en el amo algún deseo de saber, porque el amo, un verdadero amo, no quiere saber nada, quiere que la cosa marche y punto (es así como termina el capítulo uno). Entonces, ¿quién es el que introduce el deseo de saber en el amo? ¡Sócrates! A quien Lacan ha llamado “el histérico por antonomasia”. Sócrates dice: yo no sé nada sobre la virtud…y mostrando su propia división pone al amo (a Menón en este caso) en el lugar del trabajo, para que produzca un saber. Sócrates es el sujeto dividido dirigiéndose a alguien que supuestamente sabe, y al que quiere hacerle producir un saber. Es así como el segundo capítulo se titula “El amo y la histérica”.

Se dice sobre el Menón, que representa el proyecto de la academia platónica (la universidad antigua). Pero, de cualquier manera, el saber en esas universidades antiguas seguía teniendo un fin: la felicidad, la virtud…con el saber de la ciencia tenemos un saber que no está comandado por ningún ideal. ¿Tal vez por la fabricación de letosas en la alianza entre ciencia y capitalismo?

Para ir concluyendo, lo que más difícil de situar me ha resultado, es la relación entre el saber y el goce. El discurso del Amo hace trabajar al saber, pero también en el saber está el goce. “Saber medio de goce” es el título del tercer capítulo” Entonces, cada discurso es un tratamiento del goce. En el del Amo, es el saber que produce un goce. Si tenemos en cuenta los lugares de los discursos, en el del Amo está arriba y a la derecha “el saber” y abajo a la derecha “la producción”. Es entonces el objeto a, el plus de goce, es lo que ese saber produce. Sin embargo, se trata de un discurso que no quiere saber nada sobre el fantasma, en eso radica la doble barra de la imposibilidad que separa el sujeto dividido de su objeto. En este discurso se produce una repetición de goce sin consecuencias subjetivas, se repite y se goza (Como Silvia Elena Tendlarz decía en la primera clase, es el lugar de la pereza). El discurso del amo, que es el discurso del inconsciente, goza de la repetición del S2, del saber inconsciente, como medio de goce. Se trataría entonces de poner a trabajar al sujeto dividido, no a esa articulación inconsciente sin consecuencias. Ya que el S2 no sabe lo que quiere decir el S1, simplemente produce un plus de gozar.

Termino con una reflexión sobre el papel de la filosofía. Tenemos en la historia del pensamiento a Sócrates “el histérico por antonomasia” y también a Hegel “el más sublime de los histéricos”. Para Hegel, la idea del saber absoluto elimina toda noción de goce. En eso es sublime. Pero en un análisis no hay reabsorción del goce en el saber, sino que se obtiene un saber sobre el goce. Es por la pérdida de goce que se obtiene un saber; no por el trabajo, como resulta del esclavo.

La cuestión es que, entonces, tenemos dos versiones de la filosofía encarnados en estos nombres propios: del lado de Sócrates, la filosofía está en tensión con el discurso del Amo, en el lugar de la interrogación, en la tensión Amo/histérica. Pero también puede ocupar otras vertientes, una función inversa, en la medida se convierte en parte del discurso universitario. Ese es el lugar de un filósofo como Hegel: no de interrogación sino de legitimación de un proyecto político de Estado.

Me permito un último apunte sin elaborar, un pequeño deslizamiento. Encuentro un reverso de la filosofía en Emanuel Lévinas. La filosofía suele definirse como amor al saber (cosa dudosa), pero Lévinas invierte los términos y la plantea como el saber del amor. Me pregunto entonces: ¿será una manera de plantear algo del amor en la transferencia como lo que hace girar los discursos?

 

 


 

* Trabajo presentado en el Seminario de lectura y comentario de textos del Sábado, 15 abril 2023 de la Antena Clínica de Bilbao, Curso 2022 – 2023, dictada por Fernando Vitale, dedicada a los capítulos 10, «Conversación en los escalones del panteón» y 11, «Los surcos de la aletosfera» del Seminario XVII, El reverso del psicoanálisis, de Jacques Lacan.