Jorge Lastra*

 

En 1963, en el volumen 44 de la revista International Journal of Psychonanalysis aparece publicado el artículo de Thomas S. Szasz “El concepto de transferencia” que Lacan va a comentar en sus tres primeras clases sobre transferencia y pulsion, tras su trabajo del inconsciente y repetición, tal y como aparece establecido por Jacques Alain Miller. Estas clases las titula como la “presencia del analista”, “análisis y verdad o cierre del inconsciente”, y “la sexualidad en los desfiladeros del significante”.

En la primera de estas clases sobre el concepto de transferencia, la del 15 de abril del 1964, Lacan va trabajar la transferencia con las dificultades que impone al analista. Anuncia que va a hablar del concepto de transferencia para actualizar la presencia del inconsciente, que es lo que venía trabajando en clases anteriores. Y va situar cómo las dificultades que conlleva está dinámica del inconsciente novedosa que Lacan nos brinda conllevan a que el analista está incluido en el concepto del inconsciente. Al mismo tiempo, para conceptualizar qué posición para el analista toma que “la relación fundamental que existe entre a y el deseo me servirá de ejemplo para lo que voy a introducir de la transferencia” (1).

Lacan, a la hora de comentar este artículo, parte de una “crisis conceptual permanente que existe en análisis” (2); esta crisis la sitúa, en que toda “la apuesta de la práctica analítica consiste en afrontar la paradoja según la cual la transferencia, condición del psicoanálisis, es al mismo tiempo el momento en que se cierra el inconsciente y en que hay que esperar la manifestación de la transferencia para dar la interpretación” (3).

Entones se sirve del artículo de Thomas Szasc para comentar a la letra las implicaciones que conlleva el uso de la transferencia planteado por esa praxis.

Thomas Szasc psiquiatra, profesor de psiquiatría en la Universidad de Syracussa, New York, y que ya en esa época, en el año 1961 había publicado su texto “ mito de la enfermedad mental”, criticaba al poder de la psiquiatría nombre de los derechos del paciente, poniendo en juego las relaciones paciente analista y cuestionando, de alguna manera, ciertos postulados de la IPA. En este artículo también encontramos esa línea de crítica a los trabajos de Macalpine, Meninger o Warlder.

Un artículo que divide en dos partes : en la primera parte revisa “el papel de la transferencia en la teoría del tratamiento psicoanalítico; y en la segunda encontramos su tesis del “concepto de transferencia como defensa para el analista”.

Y a la manera no heurística, sino erística, como señala Lacan, va a proponer, por un lado, la diferencia entre praxis y teoría; es decir, situación analítica y los conceptos (el concepto de transferencia) tomando como realidad de la situación analítica los “juicios de la conducta del paciente”. Por otro lado, dirá que “la mayor contribución individual de Freud fue el reconocimiento del fenómeno de transferencia.” No aparece en ninguna de sus 20 páginas ni se menciona el descubrimiento freudiano del inconsciente.

Sobre esta arquitectura, podemos ir leyendo qué posición para el analista en la transferencia va a desarrollar este autor.

En la primera parte se apoyará en los desarrollos teóricos de Glove, Fenichel o Spitz, así como en los textos freudianos de “Introducción al narcisismo” o su “27ª conferencia” ( de las Conferencias de Introducción al Psicoanálisis) para proponer que “la transferencia es similar a otros conceptos tales como engaño, ilusión y fantasía: cada uno de ellos se define contrastándolo con la realidad.” Lacan va señalar esta dimensión ilusoria en sus primeros comentarios del artículo (4).

Ante esta ilusión que el autor asume en la situación analítica propone para el analista que: “el buen uso del concepto de transferencia.. no es una descripción neutra sino más bien el juicio del analista de la conducta del paciente”. Transferencia como experiencia y como juicio del self… cuando el paciente puede darse cuenta de que el terapeuta es demasiado importante para él”. Lacan se detiene en esta propuesta: “ El autor sólo concibe el análisis de transferencia en los términos de un asentimiento obtenido de la parte sana del yo, la parte apta para juzgar la realidad y acabar con la ilusión” (5).

Entonces, el autor, desde esta posición de saber que dota al analista, en esta relación dual, trata de para dar una respuesta ante las dificultades que se encuentran en esta relación, en este vínculo de la transferencia, a la manera de una combinatoria que podría neutralizarse ser llevada a cero: “El hecho es que el juicio del analista sobre si una conducta del paciente es o no es transferencia puede ser validado por el paciente, y a la inversa, la experiencia del paciente y su juicio propio puede ser reconocido por el analista. Podemos revisar brevemente qué implica un proceso de validación cruzada de este tipo.” Puesto que la situación analítica implica a dos personas, y ya que cada una tiene para elegir dos opciones acerca de cualquier acontecimiento particular, puede haber cuatro resultados posibles.

Lacan subraya esta dimensión del acuerdo propuesta entre dos personas reales, donde el analista queda como “juez sin apelación y sin recurso… todo análisis de la transferencia como un puro riesgo, sin control” (6), donde “el analista debe designar para el paciente los efectos de discordancia que se producen respecto a la realidad de la situación analítica, es decir, los dos sujetos reales que están allí presentes” (7).

En la segunda parte del artículo podemos leer su articulación lógico positivista de la situación analítica, en la que plantea la verdad y la mentira como simétricas.“En la situación analítica, …se dicen afirmaciones aparentemente contradictorias, si prestamos atención a los detalles vemos que los dos hablantes no están hablando de la misma cosa”. Entonces, añade que las dos afirmaciones pueden ser verdaderas; y también pueden ser falsas. . Lo que puede aparecer en la situación analítica como una contradicción lógica puede resolverse por análisis semántico y psicológico, en dos o más proposiciones no-contradictorias”.

Lacan, en estas clases, va a trabajar otro orden del se juega la relación transferencial; este orden de la verdad y del engaño (8) le va a permitir introducir en qué dimensión se puede plantear la interpretación.

Según avanza el artículo, según sus parámetros de realidad, el autor insiste en lo íntima y cercana de la relación que se establece en la situación analítica, traduciéndolo a cómo “el analista se vuelve un objeto libidinal para el paciente convirtiendo esta relación de objeto a examen científico”.

Para deducir que en la situación analítica, los conceptos de “transferencia” y “realidad” —como juicios de la conducta del paciente— pueden usarse defensivamente, uno contra el otro. Este fenómeno es similar a la función defensiva de los afectos, por ejemplo, dolor y ansiedad: cada uno puede ser usado por ego para protegerse de sentirse sobrepasado por el otro.

Vamos a encontrar con Lacan de qué otra realidad se trata. Podemos leerlo en el aforismo que presenta en la clase XI: “la transferencia es la puesta en acto de la realidad inconsciente” (9).

El siguiente paso que da el autor para apoyar su tesis es “examinar las reacciones de Breuer y de Freud al erotismo en la situación terapéutica”. Para ello va a los pasajes de la biografía de Freud, escrita por Jones , donde autor lee que de la historia de la psudocyesis de Anna O , el viaje a Venecia de Breuer con su mujer y el nacimiento de su hija, y demás avatares , desde donde “surgió la necesidad de transferencia como una defensa para el terapeuta, y la función que cumplió para Breuer y para Freud”. Entre los comentarios que nos deja Lacan sobre esta historia y que aparecen en la clase XII, nos ofrece una pregunta: “ por qué no pensar que era Breuer quien quería un hijo? (10) y puede empezar a incidir sobre el deseo que estaba en juego para Breuer y Freud.

El autor, a través de “suposiciones”, como él mismo señala, traza un camino para la transferencia y la posición del analista en la siguiente dirección: “debido a que Anna O. no era paciente suya, a Freud le resultó más fácil adoptar el rol de observador de las comunicaciones de carácter sexual [de Anna O.] que si estas hubieran estado dirigidas a él mismo. Breuer estaba superado por la “realidad” de su relación con Anna O. La amenaza del erotismo de la paciente fue eficazmente domesticada cuando Freud creó el concepto de transferencia: el analista podía de aquí en adelante decirse a sí mismo que no era él el objeto genuino, sino un mero símbolo del deseo de su paciente.

De ahí que Lacan va a poner el acento en otro lugar con respecto a la posición de Freud: “el deseo de Freud determinó al desviar toda la captación de la transferencia en ese sentido (descrito por el autor)” (11).

Szasc va a concluir que para el analista “no solo puede usar el concepto de transferencia como defensa contra el impacto en él de la relación con el paciente, sino que también puede usar el concepto de una relación real con el paciente como defensa contra la amenaza de las transferencias del paciente”.Agregado que “nadie, psicoanalistas incluidos, ha descubierto aun un método para hacer que alguien se comporte con integridad cuando nadie le ve. Sin embargo este es el tipo de integridad que el trabajo analítico requiere del analista”.

En el resumen conclusivo del artículo y que Lacan comenta (12) encontramos ese “polo a la vez mítico e idealizante que se llama la integridad del analista” (13) donde el autor dice que la transferencia “alberga las semillas, no solo de su propia autodestrucción, sino de la destrucción del psicoanálisis mismo ¿Por qué? Porque coloca a la persona del analista mas allá del juicio de realidad de los pacientes, colegas y sí mismo. Se debe reconocer este obstáculo abiertamente. Ni la profesionalización, ni la elevación de los estándares, ni los análisis de entrenamiento forzados nos pueden proteger de este peligro. Solo la integridad del analista y de la situación analítica puede salvaguardar de la extinción el único diálogo entre el analizante y el analista.”

Lacan, lo largo de estas tres clases, irá articulando la posición del analista fuera de toda reciprocidad imaginaria para situarnos en la orientación de la intervención del deseo de cada analista.

 

 

 

 

NOTAS:

(1) J. Lacan, El Seminario, libro 11, “los cuatro conceptos fundamentales del Psicoanálisis”. Buenos Aires. Paidós., 2005. p.123.
(2) Ibid., p.137.
(3) Ibid., pp. 135-136.
(4) Ibid p. 142 “Todo se juega en torno a la confrontación entre una realidad y una connotación de la ilusión que se imputa al fenómeno de la transferencia”.
(5) Ibid., p.138.
(6) Ibid., p. 138.
(7) Ibid., p. 142“.
(8) Ibid., p. 139.
(9) Ibid., p. 152.
(10) Ibid., p. 163-164.
(11) Ibid., p. 164.
(12) Ibid., p. 138.
(13) Ibid., p. 143.

 


* Referencia presentada en la clase del 13 de febrero de 2021 de la Antena Clínica de Bilbao, Curso 2020 – 2021, dedicado al Seminario XI, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, de Jacques Lacan) dictada por Paloma Blanco y dedicada a las lecciones 10, 11 y 12 del Seminario XI, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, de Jacques Lacan